www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/4
 
¿Cuba con Coca Cola?
Venturas y desventuras del trabajo por cuenta propia. Memoria y presente de un experimento social.
por MIGUEL A. GARCíA PUñALES, Madrid
 

Desde finales de 1992 se comenzó a percibir un resquebrajamiento de las normas coercitivas en el trasiego urbano. No así en el medio rural, donde nuevas leyes de expropiación de la tierra, como la penalización a la venta "ilícita" de productos del agro, se acompañaron de la militarización de grandes extensiones agrícolas y el establecimiento de guardas armados. Estos últimos, autores directos de más de un asesinato sobre la población hambrienta que intentaba redistribuir por su cuenta los muy escasos productos inexistentes en el mercado, a pesar de las "movilizaciones masivas", los "contingentes agrícolas" o los "planes de alta tecnología".

Incluso con salarios históricamente bajos, el dinero sin valor se acumuló en una población urbana que comenzaba a abandonar masivamente los puestos de trabajo, mitad por voluntad propia, mitad por el cierre impuesto de muchas empresas que se preparaban para la llamada "Opción Cero". Era imprescindible crear un mecanismo de autosatisfacción de necesidades, ocupación laboral y mental del pueblo, para evitar un estallido social previsible; el cual llegó a producirse en alguna medida el 5 de agosto de 1994, con el conocido como "El Maleconazo".

Los apagones generalizados propiciaron lo que popularmente se bautizó como "la intifada", es decir, el apedreamiento nocturno de cuanta institución, comercio o propiedad estatal pudiera ser objeto de la ira popular. El malestar tomó visos de rebelión urbana, controlada en parte por una fuerte ofensiva policial y por el cada vez más acentuado aislamiento informativo entre distintas zonas de las ciudades. Este impidió el "efecto dominó" entre los diferentes focos urbanos de resistencia; aunque sólo en parte, pues "radio bemba" y las transmisiones masivamente escuchadas de Radio Martí se encargaron de que, sobre todo la capital, fuera una verdadera bomba de relojería.

Quizás un día, cuando se pueda acceder a los archivos de la policía política, se sepa cuán cerca o no se estuvo del derrumbe del régimen en esos días y cuánto influyó directamente en la población la espeluznante narración radiada del crimen cometido con los tripulantes y pasajeros del remolcador 13 de Marzo, en julio de 1994.

Desde un año antes de esa fatídica fecha, se hizo cada vez más frecuente que grupos de merolicos aparecieran por todas las poblaciones del país, fundamentalmente en la capital, sin ser molestados por la policía, con el apoyo tácito de los delegados de barrio del Poder Popular. Estos últimos no sólo facilitaron espacios públicos para el desarrollo de ferias populares, sino que además cobraron un "impuesto" por el espacio ocupado, casi siempre bajo el control de un jefe de brigada, es decir, un merolico más, responsabilizado en tratar directamente con las autoridades.

Los parques Córdoba, en la barriada de La Víbora; Santos Suárez, algo más al norte; Palatino, en las inmediaciones de la Ciudad Deportiva; la céntrica esquina de Calzada del Cerro y la Avenida de Boyeros; la calle Factor, en el municipio capitalino de Plaza; la calle Serrano y un sinnúmero de locaciones dentro de la ciudad, fueron invadidas en cuestión de muy pocos meses por miles de emprendedores que suministraban a la población aquellos artículos y servicios que durante años el Estado fue incapaz de proporcionar.

Numerosos centros de trabajo abrieron sus puertas determinado día de la semana para que se comercializara en directo a sus trabajadores, los mil y un artículos que los nuevos buhoneros eran capaces de mover sobre sus bicicletas. ¿Quién otorgó permiso a un administrador estatal para este tipo de relación con el trabajo privado?

Visto en el tiempo, es fácil identificar que era sólo un remedio transitorio, no a las carencias populares, sino al malestar popular. Muchos miles de personas comenzaron entonces a ocupar su tiempo en tirar de sus más recónditas facultades creativas para producir y comercializar cuanto objeto fuera vendible. Esto era bueno para el Estado, que por propia conveniencia puso en marcha los mecanismos espontáneos de la producción mercantil, conocedor de que ésta se reproduce geométricamente.

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2. Desde finales de 1992...
3. "Hombre ocupado..."
4. Los aparcamientos de bicicletas...
   
 
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