www.cubaencuentro.com Jueves, 05 de febrero de 2004

 
  Parte 1/2
 
¿Yo tengo más en mi casa?
Sin una sola palabra en la prensa oficial, el gobierno ha desalojado las Escuelas de Trabajadores Sociales para 'formar' a los miles de jóvenes venezolanos que están llegando a Cuba.
por ANA JULIA RIVERO, La Habana
 

Hace apenas tres años, un nuevo proyecto dentro de los conocidos "Programas de la revolución" —frase de los últimos tiempos que identifica cualquier obra para enmascarar el control y promulgar un supuesto beneficio social— se ponía en práctica en cuatro provincias de la Isla.

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En Santiago de Cuba, Holguín, Villa Clara y Ciudad de La Habana, quedaban abiertas las famosas Escuelas de Trabajadores Sociales, donde miles de jóvenes cubanos pusieron sus esperanzas para llegar, aunque fuera comprometidos aún más con el régimen, a cursar estudios universitarios.

En sólo un período lectivo, alrededor de 10.000 jóvenes, con edad aproximada entre 18 y 20 años, vivían internos en estos centros docentes bajo leyes casi militares, en medianas condiciones de vida, con dietas reforzadas, módulos de aseo y uniforme, y un salario mensual estable. Al cabo del tiempo ya se consideraban listos para "combatir y prevenir" asuntos tan serios como desempleo, droga, prostitución, violencia familiar, homosexualidad…

Tres cursos después de semejante "empeño revolucionario", el gobierno cubano ha decidido ceder las instituciones de marras a su aliado de turno. Miles de jóvenes venezolanos de diferentes clases y grupos sociales están llegando en vuelos directos y son distribuidos en estas fábricas de conciencia para integrar un nuevo proyecto nombrado "Esperanza Social", escrito con mayúsculas en todas partes. A diferencia de los cubanos, no necesitan más que 45 días para quedar listos y "combatir los flagelos que azotan al hombre", sobre todo los puntos de vista de la oposición en cualquier sitio de su país.

La alianza entre ambos estados latinoamericanos ya rebasa los humanos límites de la atención médica a venezolanos, tanto en Cuba como en sus tierras, hacia donde han partido contingentes de especialistas —mayoritariamente en Medicina General Integral—, enfermeras y personal paramédico. Ahora se trata de una ayuda para amaestrar conciencias en breve tiempo, capaces de propagar luego, como vectores pandémicos, los "mejores valores" de una nueva sociedad en función del hombre.

Los jóvenes cubanos que iniciaron el curso el pasado septiembre, y fijaron sus esperanzas en esta alternativa, sienten ahora un tambaleo en su futuro. Imaginaron sin problemas la posibilidad de cursar estudios universitarios paralelamente a su labor, a través de otro programa no menos descabellado: la municipalización de la enseñanza superior. Abandonaron las que creyeron sus aulas y dormitorios y el claustro de profesores que los adoctrinaba durante su estancia en las escuelas. Cada uno tuvo que regresar a sus municipios y allí, en plan emergente, reciben la formación necesaria por improvisados maestros y sin las condiciones requeridas.

Por supuesto, todo ese "quita y pon" ha sido tratado con suma cautela por el gobierno cubano. Sin noticias al respecto en la prensa nacional, poco a poco han llegado los hijos de Chávez para encontrarse con instituciones superiores, en calidad de vida, a las que fueron construidas para los cubanos en tiempo récord y sin escatimar gastos.

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