www.cubaencuentro.com Jueves, 05 de febrero de 2004

 
   
 
Cómo vengo este año
El gobierno entra al 2004 muy atento a la paja en el ojo ajeno, pero, como siempre, sin ver la viga en el propio.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Se acabó la raspadura y el maní acaramelado, están en baja los bebedores de sopa de gallo, pierde su toque de gracia el frijol negro, al tiempo que sólo el diablo sabe cómo se las arreglarán los santeros para endulzarle el corazón a la ingrata, amansar a los guapos o allanarle el camino a los fatales. Y es que desde hace varios meses no hay azúcar prieta en La Habana.

Fidel Castro
Castro. Foro contra el ALCA.

Aunque oficialmente no se ha dicho una sola palabra sobre la desaparición de este producto, casi tan cubano como la bandera, sus consumidores habituales de toda la vida temen que la novedad sea consecuencia —otra— del desbarajuste ocasionado por el gobierno dentro de la industria azucarera, pieza fundamental en la estructura económica de la Isla durante doscientos años.

Sin embargo, no debemos amargarnos en la víspera, pues según afirman los informes, la calidad de la presente zafra es óptima y los índices de producción sobrepasan el 100% con respecto al plan, que nadie sabe cuál es.

También afirman los informes, reportan los reportes, discurren los discursos que le hemos entrado al 2004 muy atentos a la paja en el ojo ajeno, pero, como siempre, sin ver la viga en el propio.

Las noticias del día dan cuenta de nuestro combate incesante contra el ALCA, mientras seguimos comerciando, sin Libre Comercio pero libremente, con los magnates de la agricultura yanqui y pagándoles al contando con la plata que le debemos al resto del universo. Asimismo, elevamos nuestro voto porque al fin Hugo Chávez pueda materializar su sueño de bañarse en una playa boliviana. En tanto, nuestra gente de a pie desecha por inalcanzable el sueño de bañarse en Varadero o en los cientos de kilómetros de playas paradisíacas, exclusivas, ajenas, que poseen los cayos del archipiélago cubano.

Con énfasis muy particular, unimos nuestras voces en este inicio de año para exigir la excarcelación de los "cinco prisioneros políticos del Imperio", pero no hablamos de los 75 de aquí, ni del resto. De igual manera, mantenemos como prioridad uno el pataleo noticioso sobre los desaciertos y las barrabasadas de Bush, creídos —o creídos de hacer creer— que el disparate y la maldad de los del lado de allá justifican, provocan, disculpan, tapan los nuestros.

Primeras planas en tiempo y medios reiterados, sobresaturados, dedicamos por estos días a la visita del Patriarca Bartolomeo, líder espiritual de la Iglesia Ortodoxa. Se presume que el honorable viajero, sucesor del Apóstol Andrés, enemigo jurado de la guerra, así como de quienes practican la violencia y agreden el medio ambiente, no llegara a conocer de la misa la mitad sobre las exportaciones a tres continentes de nuestra gloriosa extirpe guerrera, y es asunto sabido que no tuvo oportunidad de oler la bahía de La Habana.

Si tal como hizo el Papa en su momento, el Patriarca Ecuménico vino con la encomienda de pedir que la Isla se abra al mundo, verdaderamente su ruego sería una bendición del cielo, nunca más oportuno, pues en enero de 2004 le han pasado tranca a una puerta que ya estaba cerrada con siete llaves, la de nuestro acceso a Internet, llevando los niveles de aislamiento a un plano que envidiarían los mártires del ascetismo o los evangelizadores cristianos de la selva.

Y a propósito de evangelizadores, anunciamos, desde que empieza el año, que nada ni nadie logrará impedir que nuestros médicos continúen marchando a cumplir misiones internacionalistas en tierras del tercer mundo; entretanto, acá, en el cuarto, nada ni nadie impide el máximo deterioro de la atención en los centros de salud. De cualquier modo, estamos resignados, listos para la contingencia, pues, total, tampoco hay medicamentos en la farmacia.

Proyecto Identidad le hemos llamado a un conjunto de acciones con las que nos proponemos fortalecer este año el cariño de los habaneros por su ciudad. Cierto es que tendríamos que empezar por ir en busca de los habaneros, exiliados, dispersos por los cuatro puntos cardinales del planeta. Así es que en el ínterin, será mejor que sigamos fortaleciendo la presencia de policías orientales en La Habana, y el cariño lo dejamos para más adelante.

La identidad también está en las viandas y en los vegetales. Quizás por eso saludamos la llegada de 2004 paseando a los visitantes extranjeros por ciertos agromercados de la capital. Los escogemos bien —a los visitantes y a las viandas de exhibición—, preparamos la escenografía, y entonces se quedan verdes que te quiero verde, los visitantes, al enterarse de la enorme cantidad de calabazas que estamos en condiciones de garantizarle al pueblo, y de paso a los amigos del exterior.

"Ay, mamá, cómo vengo este año", cantaríamos nosotros con El Guayabero, si nos dejaran cantar, y si, además, no tuviéramos atravesado en la garganta un nudo del tamaño de una calabaza.

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