www.cubaencuentro.com Jueves, 05 de febrero de 2004

 
  Parte 1/2
 
La güemba del silencio
Sin pluma y sin cacareo: Castro celebra 45 años en el poder con un nuevo 'amarre' contra la libre información.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Con informes victoriosos y discursos de diez kilómetros de largo para que al mundo se le caiga la baba con lo bien que nos va, la Isla se adentra en el 2004 a través de un mar de tedio, catalepsia y silencio, sobre todo silencio.

Fidel Castro
Silencio cubano: ¿Amarre de un brujo?

Algún día los psicólogos tendrán ante sí la tarea morrocotuda de explicar cómo un pueblo que fue siempre la extroversión sobre dos piernas, el arrebatamiento verbal, la facundia más desenfada y temeraria, pudo ser silenciado de una manera tal que continúa hablando hasta por los codos, pero sin decir en voz alta lo que piensa, nunca, una sola palabra, ni por casualidad.

Los sociólogos se arrancarán los pelos tratando de hallarle coherencia al hecho de que siendo tan proclives a la bravata, tan revirados e inflamables, con las manos ágiles para el trompón y el machetazo hasta por una simple discusión sobre béisbol, hayamos asumido la callada como respuesta ante las cada vez más alevosas cañonas del guapo del barrio.

En tanto, los cubanólogos, politólogos y otras sales exóticas reconocerán definitivamente que se equivocaron al describir nuestro silencio como un mero producto del miedo, ya que no sólo es eso, sino también, y muy en especial, el resultado de un amarre brujero.

Por cierto, a este amarre acaba de nacerle otro nudo. Es la modesta forma en que el brujo celebra el advenimiento de un nuevo año de lucha y de conquistas.

Los internautas furtivos de la Isla y las no pocas personas que hallaban en el correo electrónico (contratado por la zurda) una vía para el encuentro cercano de última degeneración con el exterior, se han visto obligados a recibir el 2004 como el gallo de Morón, o pizca peor: sin plumas y sin espacio para el cacareo.

Un dictado oficial, amparado por la aplicación de las nuevas técnicas del dígito en telefonía —la ciencia en función del brujo— extrema a partir de ahora los controles sobre el uso de Internet, hasta un punto en que a cada usuario legal sólo le resulta posible el acceso si lo intenta desde un número específico de teléfono. Este número debe ser el mismo que se declara en el contrato con la empresa estatal.

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