www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 3/5
 
Cuba, la izquierda y la Comisión de Derechos Humanos (III)
¿Otra Cuba también es posible? Los otros y los propios, o la hemiplejia moral de un sector de la izquierda cuando de ideologías se trata.
por JUAN ANTONIO BLANCO
 

Los maltratos físicos, condiciones inhabitables de sus celdas, comida pútrida, agua insalubre, retención de la correspondencia y renuencia a prestarles atención médica calificada y oportuna a los disidentes presos, así como su ubicación deliberada en cárceles alejadas de la residencia de sus familiares, deben ser también investigados, y exigido su cese inmediato por organizaciones independientes y por toda persona digna, con independencia de la ideología que prefiera profesar.

Esto es necesario, además, porque ninguno de ellos puede informar libremente por teléfono o Internet sobre sus condiciones penitenciarias, como han podido hacer los cinco agentes cubanos presos en EE UU por los que se interesa La Habana. Los tres centenares de presos de conciencia cubanos tienen que comunicar sus denuncias valiéndose de riesgosas vías clandestinas, y al ser descubierta la "filtración" son objeto de nuevas represalias y sus familiares son intimidados con amenazas de encarcelamiento para que no respalden sus declaraciones.

Cabe recordar que además de los muy publicitados cinco cubanos presos en Estados Unidos, hay otros prisioneros allí pertenecientes también a la misma Red Avispa (Wasp Net), pero éstos han sido declarados "traidores" por las autoridades cubanas —que no se interesan en lo más mínimo por su situación—, porque admitieron su culpabilidad cuando fueron sometidos a juicio.

En ningún caso se trata de gestionar un quid pro quo entre EE UU y Cuba en este asunto. Sino de que tanto EE UU como Cuba —por separado y sin vincular la situación de una categoría de presos con la de los otros— se atengan, en estos y todos los casos, a las normas internacionalmente reconocidas en materia de derechos de los presidiarios y permitan su monitoreo por organizaciones internacionales no gubernamentales de reconocida independencia y prestigio como la Cruz Roja Internacional.

Solidaridad e independencia

Las personas que se consideran de izquierda y, sin embargo, guardan aún silencio sobre las citadas ignominias, o se continúan prestando como instrumento a alguna de estas campañas orquestadas desde La Habana, deben reflexionar sobre esas realidades y el hecho de que la solidaridad que extienden ciegamente al gobierno cubano no ayuda a su pueblo ni protege la independencia nacional frente a amenazas externas.

Si realmente desean un futuro mejor para Cuba deben comenzar por reconocer que el régimen cubano dejó de ser revolucionario y de izquierda para, poco a poco, tornarse conservador y represivo. Si muchos no fuimos capaces de avizorar en 1959 las fuerzas totalitarias que se desataban bajo las consignas antiimperialistas y revolucionarias del momento, y luego creímos durante demasiados años que ello se debía exclusivamente a la necesidad de alineamientos geopolíticos que impuso la guerra fría, Fidel Castro se encargó, durante la segunda mitad de los años noventa del pasado siglo (cuando ya había caído la URSS), de sacarnos de nuestro error. Él no era parte de la solución, como entonces pensábamos, sino parte muy sustantiva del problema.

Más allá de la debatible necesidad de establecer una alianza geopolítica tan dependiente de la URSS durante la guerra fría, es el gobernante cubano quien padece de una vocación permanente por el autoritarismo y tiene una visión totalitaria del socialismo. Lo demás es paisaje, "idealismo antimarxista" si así resultase más claro a alguno de sus amigos.

La solidaridad hacia el pueblo cubano —que mucho la necesita— pasa por la oposición hoy día a dos formas de bloqueo: el cada vez más limitado estadounidense a la economía de la Isla y el cada vez más intenso de Fidel Castro a las capacidades creativas del pueblo cubano. Oponerse a una y mantener silencio sobre la otra se aleja de la cultura de derechos humanos para adentrarse en un rejuego ideológico y político parcializado, que flaco servicio puede hacerle a los anhelos de la población de la Isla.

Los que vacilan a la hora de asumir una postura consecuente en este asunto es muy probable que se vean honestamente a sí mismos como "amigos de Cuba", pero de hecho se conducen —dadas sus simplistas, binarias, maniqueas y superficiales lecturas de la realidad de la Isla— como "amigos del gobierno cubano", incapaces de comprender los verdaderos y complejos dilemas "internos" que enfrenta hoy ese pueblo.

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