www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 2/4
 
Echando cerrojos
Presión fiscal, hostilidad y blindaje contra el sector privado. Claves de la actual devastación económica de Cuba.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

'Command economy'

En el caso cubano resulta evidente que el principal potencial se encuentra en el mercado interno, por medio de un aumento de la competitividad en actividades productivas y de servicios. Pero mientras permanezca operando en pesos cubanos a los niveles de precios y salarios, correspondientes a una command economy (de acuerdo con la acertada definición del académico canadiense Archibald Ritter), el mercado interno cubano no resultará atractivo para la IED, lo cual impedirá que aquel actúe como motor del crecimiento.

Es importante lo que señala Mauricio de Miranda (Estado y Política Económica para el desarrollo de la economía cubana, 2003) en el sentido de que el escaso ingreso disponible de la población cubana actual y el ya reducido tamaño del mercado interno se están convirtiendo en un freno para el fomento de las inversiones.

En otras ocasiones, hemos expresado en estas mismas páginas que mientras se mantenga en régimen de cautividad al mercado interno cubano —se persigue y se sanciona con saña la iniciativa económica individual y cooperativa— será imposible que los potenciales actores independientes dispuestos a operar en él, tanto nacionales como extranjeros, puedan beneficiarse de su funcionamiento y con ello generar riqueza para el país y bienestar para la población.

La excesiva presión fiscal y la sistemática campaña de hostilidad a que son sometidos los pequeños negocios —principalmente paladares— y los llamados cuentapropistas, han impedido la aparición de un pujante y creciente sector privado en la economía cubana. Los objetivos de Castro pasan por barrer con "vicios del capitalismo", tales como los mecanismos de precios, el empleo por cuenta propia y el sector privado, los cuales, en los momentos más agudos de la crisis de los noventa, fueron el revulsivo para su superación.

Sin embargo, una vez que palpó cierta reanimación en algunos indicadores básicos, razón por la cual la amenaza de desestabilización política desaparecía, detuvo bruscamente su calculador movimiento hacia el mercado. Tal decisión le permitió recomponer su monopolio del poder, gracias al cual coarta el ingenio y la capacidad emprendedora de su propio pueblo, con el consiguiente daño a la economía y al progreso social.

Las disposiciones actuales restringen las opciones del diezmado sector privado a unas pocas microempresas familiares, impidiendo la fundación de la pequeña y la mediana empresa. Si el régimen permitiera el fomento de la actividad económica privada en la producción de bienes y servicios, se facilitaría la integración de los mercados, separados hoy por la deliberada bifurcación monetaria.

Asimismo, si las posibilidades de inversión y de hacer negocios abarcaran a la población cubana residente en la Isla, de igual forma que al capital extranjero, esto provocaría un incremento significativo de las transferencias de divisas provenientes del exilio con el objetivo de que sus familiares lo canalizaran hacia la inversión productiva. Resulta una cruel ironía, y da la medida del cinismo del régimen, que la Ley de Inversión Extranjera cubana no excluya explícitamente a los cubanoamericanos de poseer negocios en Cuba, sin embargo niega ese mismo derecho a los cubanos residentes en la Isla.

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