www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 3/4
 
Echando cerrojos
Presión fiscal, hostilidad y blindaje contra el sector privado. Claves de la actual devastación económica de Cuba.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

¿Consumismo o necesidades básicas?

El sistema monetario dual y la doble tasa de cambio —una de cara al exterior, que mantiene artificialmente la paridad entre peso y dólar, y otra del Malecón hacia dentro, controlada por las CADECA, que oscila entre 25 y 27 pesos por un dólar— son aberraciones que urge corregir.

Resulta inaplazable la adopción de un peso verdaderamente convertible y negociable en los mercados internacionales. Tal decisión comporta claramente un fortalecimiento de las relaciones de mercado, lo cual implicaría modificaciones en los patrones de precios y salarios en la economía nacional, transformaciones que no caben dentro de la lógica maniquea del poder.

Desde un principio, el castrismo le ha tenido aversión a un incremento del consumo personal, pues equivocadamente dice que es un síntoma de "la ambición y el individualismo inherentes al capitalismo". 45 años después, el mismo gobierno no consigue dar solución al problema de los ingresos para la inmensa mayoría de las familias cubanas, las cuales no llegan a cubrir sus gastos con los ingresos que perciben.

Ello las obliga a recurrir sistemáticamente al mercado negro o a renunciar a un conjunto importante de bienes y servicios de precios casi prohibitivos. Los crecimientos en los noventa se han registrado en producciones intermedias y sectores relacionados con el turismo y el mercado interno en divisas, a los cuales no tiene acceso la población con ingresos en pesos. Bienes esenciales para la satisfacción de necesidades básicas como los productos agropecuarios, las confecciones, el calzado y diversos equipos electrodomésticos, entre otros muchos, continúan siendo objeto de una demanda permanentemente insatisfecha desde hace más de una década.

Las fuertes restricciones al consumo de la población son provocadas por la incompetencia de la estructura productiva cubana para proveerla, así como por la imposibilidad de incrementar la importación de bienes de consumo, pues de hacerlo, el déficit comercial se dispararía a extremos mucho mayores de los que ya alcanza.

Para darle solución a este problema —en ausencia de la financiación de la extinta Unión Soviética— sería menester que el poder activara el funcionamiento del mercado interno mediante la eficaz participación del sector privado. Durante la reanimación de la actividad mercantil, entre 1993 y 1996, los proto-empresarios cubanos demostraron poseer mayor nivel de eficiencia productiva que el Estado, al satisfacer buena parte de los requerimientos de artículos de primera necesidad, contribuyendo con ello a superar la difícil coyuntura económica.

Sin embargo, a pesar de que la paralización de las medidas liberalizadoras ha tenido efectos adversos, el poder prefiere blindarse antes que coexistir con un crecimiento económico gestionado por un sector privado alternativo.

La variedad de mercados que la bifurcación monetaria implantó se ha convertido, de hecho, en un factor que limita el crecimiento, pues impide conocer con exactitud los costes, tanto hacia el interior de la economía, como si se trata de saber con certeza cuál es la competitividad de las exportaciones cubanas.

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