www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 4/4
 
Echando cerrojos
Presión fiscal, hostilidad y blindaje contra el sector privado. Claves de la actual devastación económica de Cuba.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

Tiendas en dólares versus bodegas en pesos

El mercado estatal de bienes no racionados en moneda nacional —por su inmovilismo no vale la pena referirse al mercado estatal de bienes racionados— continúa siendo un mercado deprimido, tanto por los volúmenes de venta, la calidad y el surtido de los productos que se ofertan, así como por el desnivel entre el poder adquisitivo del público y el rango de precios de las mercancías que se comercializan.

Sin embargo, el crecimiento del mercado constituido por las tiendas de recuperación de divisas no se detiene, debido a la existencia de fuertes impuestos de venta en productos de primera necesidad, que según el economista cubano Omar E. Pérez Villanueva (Cuba: una visión general de su economía en los años noventa, 2003) llegan a alcanzar hasta el 240% del precio al cual se adquiere el producto.

La acusada disminución del salario real entre 1989 y 1999, los altos precios de los mercados libres agrícolas y de las tiendas en dólares ponen en evidencia la absoluta falta de conexión entre estos y los salarios reales, lo cual representa un serio obstáculo para aumentar el consumo de la población, así como un desincentivo para la productividad laboral, que no hace más que descender de año en año.

Como se aprecia, el leve movimiento hacia el mercado ha sido del Malecón hacia fuera y ha estado dirigido, fundamentalmente, a atraer la IED. La misma ha sido insuficiente y no ha desempeñado el papel exigido para un crecimiento a largo plazo, sobre todo por los límites a su actividad de cara al mercado doméstico. Principalmente por ello es que el país no ha conseguido ni siquiera igualar el nivel del PIB del año precrisis de 1989, ni reinsertar de manera orgánica su economía en las nuevas condiciones de la globalización.

Condenar a la postración el mercado interno, supone que los factores productivos que intervienen en él reaccionen con indiferencia, por carecer de los estímulos capaces de movilizarlos en pos de un beneficio. Esta situación genera una especie de círculo vicioso que gira en torno a la apatía a restablecer el trabajo como la fuente principal de ingresos, la carencia de incentivos para aumentar la productividad laboral y la frustración de la población frente a la imposibilidad de aumentar sus ingresos y, por ende, sus ya paupérrimos niveles de consumo.

Con esto se alienta la aparición de fuertes rasgos de una economía rentista, en la cual los ingresos provenientes de un rosario de actividades económicas, consideradas ilícitas por el poder, además de las remesas, asumen una importancia práctica mucho mayor para la supervivencia cotidiana, que el salario proveniente del trabajo personal y el esfuerzo productivo en el orden social.

Paradójicamente, como apunta Archibald Ritter (Entrepreneurship, Microentreprise, and Public Policy in Cuba: ¿Promotion, Containment or Asphyxiation?, 1998), desde 1961, con la implantación de la libreta de racionamiento, el sistema de planificación central cubano comenzó a promover, sin proponérselo, comportamientos y actitudes empresariales en una gran parte de la población. Tal estímulo se acrecentó desde 1989, cuando cada ciudadano se vio obligado a vender o trocar determinados productos que le correspondían bajo el sistema de racionamiento, u otros a los que accedía de manera fraudulenta, para poder sobrevivir. De tal suerte, el propio sistema de racionamiento convirtió virtualmente a cada cubano, en dependencia de su fortaleza ideológica, en un mini-capitalista en busca de oportunidades para vender y comprar.

Es por ello que el poder obstaculiza la reforma hacia el espacio económico interior, porque prefiere un capitalismo rudimentario, de baja intensidad y de mera subsistencia, que mantiene al pueblo en la pobreza, antes que uno que ya existe subjetivamente y que, de destaparse, sería capaz de barrer con el antiguo régimen provocando una transformación radical de la sociedad.

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