www.cubaencuentro.com Miércoles, 02 de febrero de 2005

 
   
 
Reyes Magos en moneda dura
Un 6 de enero sin penas ni glorias: A muchos niños de la Isla no les quedó otra opción que observar los juguetes en las vidrieras de las tiendas.
por IVáN GARCíA, La Habana
 

La juguetería de la tienda por departamentos de Calos III, ubicada en la barriada pobre y mayoritariamente negra de La Victoria, en el corazón de La Habana, es el mundo mágico de muchos niños de la zona. Chicos como Michel Gómez, de nueve años, aprietan sus narices contra la vidriera y suspiran por juguetes que sus padres no le pueden comprar.

Reyes
Hija de disidente preso recibe regalo de Reyes enviado desde el exterior.

Michel quisiera tener un enorme camión de baterías y mando a distancia que se exhibe en la juguetería. Pero su precio de 30 chavitos (el peso convertible cubano) lo hace inalcanzable.

Su padre está preso por robo con fuerza y no lo verá en casa en los próximos veinte años. La madre de Michel trabaja en la cocina de una escuela, y con su salario mensual de 148 pesos (casi seis dólares), le es imposible comprarle regalos a su hijo. "Bastante que almuerza y come con la comida que sustraigo del comedor", dice Ana, la madre del niño.

De momento, Michel y otros niños de la barriada seguirán deslumbrados con los juguetes que se exhiben tras las vitrinas de la tienda. El Día de Reyes pasó en Cuba sin penas ni glorias. Para el gobierno, esta fecha es una tradición del pasado y el pasado en la Isla de Castro es algo que hay que borrar. Por tanto, los medios no dedicaron ni una línea al día más esperado por los niños del mundo occidental.

En la Isla se vive otro tiempo y otra realidad. El discurso puro y duro sobre la futura guerra contra los yankees y otras necedades fantásticas que nos cuentan del "Hombre Nuevo" y de que en diez años seremos el país más culto del planeta. "Lo peor de este gobierno es que ha acabado con las tradiciones como son la Navidad o el Día de Reyes. Todo es política", afirma la ingeniera Lidia Pérez, de 36 años, y quien sí compró juguetes a su hija Jennifer, de cuatro años.

El país se mueve al son de la propaganda política de corte chapucero y rodeado de mal gusto. Eso sí, el régimen celebró con pachangas y fiestas en plazas y parques de todo el país el aniversario 46 de instaurar su poder absoluto. Dios no existe, sólo Castro. Cuando usted le pregunta a muchos niños habaneros sobre los Reyes Magos, se quedan como si se les hablara en chino.

Una mayoría tiene como entretenimiento jugar béisbol con un palo de escoba y una chapa de refresco por pelota, si son varones. Las niñas juegan con viejas muñecas que han heredado de sus tías y madres. Los que tienen la posibilidad de comprar juguetes a sus hijos en moneda dura, saben que están haciendo un sacrificio.

Como Orestes García, un obrero de 38 años, que gastó 40 chavitos (el salario de cinco meses) para regalar juguetes a sus dos hijos de tres y cinco años. "Yo crecí en esa tradición, y aunque después escasee la plata, mientras pueda lo compro", expresa García y aclara que recibe 100 dólares mensuales de parientes que viven en la Florida.

Antonio Linares, de 27 años, otro padre que también conserva la tradición, comenta que el gobierno se regocija de tener una cifra de mortalidad infantil de 5,8 cada mil nacidos vivos, pero no se cuestiona cómo viven después esos niños. Al parecer, ese no es problema de Castro. A pesar de la vida gris, rutinaria, cargada de lenguaje pardo, que se vive en el país, muchos padres en la Isla intentan hacerle regalos a sus hijos. "No pude darle nada material. Mi hijo tiene doce años y él sabe que no tenemos dólares. Lo llevamos al cine y le hicimos saber que siempre tendrá nuestro afecto", sostiene Laura, madre del niño.

Para el régimen de la Isla, los Reyes Magos son cosas de la burguesía. Y los juguetes buenos, de niños ricos. A los infantes entonces no les queda otra opción que sustituir los juguetes con fantasías. Y ver correr los años de su infancia, como Michel Gómez, observando los juguetes tras las vidrieras.

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