www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
El gran sexteto efímero
En el año 1926 la compañía discográfica Columbia convocaba a la versátil cantante cubana María Teresa Vera para fundar el Sexteto Occidente.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

A partir de la propuesta de la Columbia, María Teresa Vera reunió a un sexteto formado por Ignacio Piñeiro (contrabajo), Julio Torres Biart (tres), Manuel Reinoso (bongó), Francisco Sánchez (maracas y voz) y Miguel García (voz segunda y director). María Teresa tocaba la guitarra y hacía la voz prima. No está claro por qué no asumió la dirección oficial del grupo, aunque es probable que tuviera algún contrato con otra disquera que le impidiera la notoriedad. Los discos de 78 r.p.m. de la época no incluían información acerca de los componentes de los grupos, así que si uno de ellos no se destacaba demasiado, podía pasar inadvertido.

Díaz Ayala sugiere la posibilidad de que el nombre del nuevo sexteto, Occidente, fuera un homenaje de la Vera a su tierra natal, pues había nacido en Guanajay, en la región occidental del país.

La vida de esta agrupación fue, como ya se ha dicho, efímera. María Teresa tenía su propia carrera como cuasi solista con dúos que la hicieron memorable, y su forma tan particular de cantar ni siquiera se aprecia bien en las grabaciones del sexteto. Además, Ignacio Piñeiro, dotado de talento y personalidad propias, dejaría su enorme huella en el son a través de su propio sexteto, el Nacional, sobre todo a partir de su transmutación a septeto, con la inclusión de la trompeta de Lázaro Herrera. El Occidente sólo grabó 27 piezas, 24 de ellas en noviembre de 1926 y otras tres en fecha no determinada por Díaz Ayala. Muchas son de la autoría de Ignacio Piñeiro, compositor que la Vera había frecuentado en su dúo con Zequeira.

A pesar de ello, se trata de una agrupación que compite con el Habanero, desde el punto de vista de la calidad de su sonido, con la ventaja de incluir sistemáticamente sones nuevos que contribuirían a desarrollar el repertorio del género. En ese sentido, la obra de Piñeiro es muy superior, en letra y música, a la de los compositores del Habanero, que muchas veces se limitaban a firmar piezas anónimas y muy conocidas. Desde el punto de vista comercial, nunca alcanzó el éxito de su ya establecido competidor.

Hoy, esas grabaciones, junto a las de sextetos como el Boloña, Amunamar, Matancero, los ya mencionados y otros de menor trascendencia pero similar calidad, nos permiten reconstruir paso a paso los avatares del primer género de la música cubana, cuya gestación fue registrada por la entonces novedosa tecnología discográfica.

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