www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
Parte 1/3
 
Carta a George Orwell
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Aguafiestas bengalisero y rebeliónico Eric Arthur Blair, alias verdes George Orwell:

Mire qué cosa que andamos de cumpleaños, que es una forma muy alegre, tierna y delicada de decir que uno se acerca a las cosas inevitables, como al cáncer de próstata, la dentadura poetisa, la muleta y el bastón (y nos vamos con Colón o el colon), y a mearse libremente sobre la propia geografía, que es homenaje indiscutible a Newton y al inventor del regadío. Un eufemismo, y cuando uno se eufemia de esa manera, no hay mierdicina que lo levante. Y usted cumple cien añosos añojos, o los cumpliría, y ahí sí hay que aumentar las previsiones, y, si estuviera en un lugar lejos de la Granja Animal que le hizo famoso, también las provisiones, que nunca se sabe cuándo este mundo traidor le hará polvo la leche y el espermatozoide indigesto. ¡Cien años, madre mía! Si ya desde los alegres setentas la mandarina comienza a darle tropezones entre las pétreas neuronas, buscando la luz, como rebotando bajo la gorra militar, y las telarañas le enredan el habla popular y uno se demora como tres minutos y medio en pronunciar el vocablo griego "narcisismo", con susto ajeno de que el carey y el metacrilato de la dentadura abran lincon y campo, y despliegue su potencial atómico surcando los cielos, con un jolgorio de artillería navideña que le ronca el corojo.

Pero vamos a tomarnos las cosas con calma. Vamos a tomarnos cualquier cosa, y la calma con hielito frappé, que hay mucho que hablar de los animales, de las granjas, de rebeliones y evoluciones. Mire usted mismo, que nació en la localidad bengalí de Motihari, en la India, y pronto dejó de ser indiota, hablando en francés desde chiquito, para estudiar en Eton, un colegio de los duros, pero con mucha étinca, que eso se usaba etonces. Aquello estaba entre orfanato y Escuela en el Campo, pero sin leche quemada para el desayuno. Eton era asín, y el desvarío empezó a amargarle un poco, para que llegara avinagrado a los proletarios entusiastas, y los soncialistas y otros especimenes ñángaras, que hicieron su gran esfuerzo para ponerle la tapa al porno. Si eso se mezcla con el opio que supervisaba su padre en Bengala, da para tigre de la misma zona.

Tal vez por eso es que los cronistas la pasan canutas para describirle. Uno habla de que sus tres taras en la bulba fueron estas: "Demasiado lúcido, demasiado independiente y demasiado íntegro". Con esas tres cicatrices en el carácter no dura suelto usted ni tres días en Marianao, y creo que menos en Ranchuelo. Otro cuenta que fue usted "un niño rebelde, solitario, atormentado, reservado y distante", que me suena lo mismo a reservación turística que a canela en el penal de Boniato, ese tubérculo carcelario e infame, gran piedra de nuestra vergüenza. En ese retrato, el gacetillero remata afirmando que usted "tenía un espíritu espartano y un extraño instinto masoquista", que me lo ubica más en el Boniato que en el turismo. Y con lo primero, tendría usted carga, mire si no la horrible muerte del gladiador de idéntico nombre, ese Espartano de Roma que fue más tarde mencionado por nuestro apóstol en carta a su hijo Ismaelillo, cuando escribió: "Espartano de todo me refugio en ti". En el artículo de marras le dibujan ya de adúltero, en plena madurez, como "ascético y frugal", y trazan sus trazos físicos así: "tenía un bigote castrense y unos ojos fríos e iluminados de santo gótico". Cuánto adjetivo, mi Dios, cuánta calificación para alguien que va a diñarla a los 49 años, después de hacer lo rastrero y lo divino en esta vida tan cerda. Porque se pasó usted media existencia intentando sacudirse la marca de Eton, ese antro donde estudian los pedantes poderosos, para más tarde, cuando había abrazado las preclaras ideas de la siniestra mundial, recoger pita y hacer rewind en la cinta, al conocerles igualmente pedantes y poderosos, y pasarse el resto del tiempo sacudiéndose la cizalla proletaria.

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