Situado en el ojo del huracán de la Guerra Fría, el arte cubano ha sido depredado tanto por la crítica cultural de izquierda como de derecha (posterior, incluso, a la caída del Muro de Berlín), precisamente por su compromiso con un contenido fustigador del contexto político-ideológico de la cultura y la sociedad.
En su ejercicio, ambas críticas echan mano tanto de este compromiso como del exotismo geocultural y las contingencias geopolíticas e históricas que le rodean. Una situación que ha propiciado miradas acusadoras, muchas veces afectadas por intereses y agendas marcadas por estos signos, sin tomar en cuenta la multiplicidad y subjetividad generadas por el fenómeno artístico.
La casi total desaparición de los regímenes socialistas y la crisis de valores que este hecho engendró en el contexto sociocultural de la Isla, amén de la durísima situación económica y la no menos convulsa represión política, desató a principios de los noventa un éxodo masivo de artistas e intelectuales. Esta situación es conocida como la "diáspora de los noventa", que ha esparcido jirones de nuestra cultura por medio mundo y constituye uno de los efectos más fecundos en la historia sociocultural reciente de Cuba.
Como la mala hierba, los artistas cubanos han germinado saludablemente dondequiera que han caído, por lo que fuera de los límites geopolíticos de la Isla se ha establecido un panorama que reclama el conocimiento de su distintividad cultural dada su actividad y diversidad.
Dicho fenómeno debe tomarse como un referente toda vez que se intente un acercamiento de rigor al ámbito cultural isleño, y, del mismo modo, no puede obviarse a la hora de hablar y valorar el estado actual de lo que comúnmente llamamos cultura cubana.
Después de Miami y en general Estados Unidos —que ya dejó de ser el único lugar con una producción cultural importante—, le siguieron México y Venezuela en el orden de sitios donde se ha visto emerger con más fuerza el arte cubano. Pero, sin duda, España ha sido el contexto más espectacular en este germinar, sobre todo en los últimos cinco años. Y la música —como no podía ser de otra manera tratándose de Cuba— ha encabezado la cara más visible de esta gran espora cultural. No obstante, actualmente las artes plásticas discuten su protagonismo a este nuevo rostro nacido allende los mares.
Desde la perspectiva generacional, estos artistas nacen a finales de los años sesenta y se dan a conocer con mayor intensidad a principios de los noventa del siglo XX. Su núcleo más activo lo encabezan, esencialmente, Armando Mariño, Pedro Álvarez, Carlos Quintana, Juan Pablo Ballester, Lázaro García, Juan Miguel Pozo, Lissete Matalón, Jorge Mata, Aldo Damián Menéndez y Rodolfo Llopiz.
Una de las características que distinguen a esta generación es su cambio de actitud hacia el hecho artístico, lo cual está condicionado por el paso drástico de un sistema sociopolítico a otro. De un lado, estos creadores son conscientes del derrumbe del campo socialista, así como de la crisis de la revolución cubana y de los paradigmas tradicionales de la izquierda. De otro, postulan una "desterritorialización" temática con respecto a "lo cubano", y ello, en gran medida, responde a un reposicionamiento dentro del campo de producción artística e intelectual en que intentan afianzarse. |
