Entre algunos historiadores surgió una objeción decepcionante: se limitaban a comentar (llegó a ser casi un rumor académico oficial) que ni Saco era tan "pragmático" ni Varela tan "idealista". Cosa que es cierta, incluso para Rojas, pero que ignora que el pensamiento fundante es las más de las veces "reductor", "contrafactual" y siempre enfático.
Saco y el futuro
La posición más propositiva que por entonces se difundió en La Habana se limitaba, sin embargo, a una magisterial observación del pensador cubano Fernando Martínez Heredia, quien advirtió que "por alguna razón" en los momentos cruciales de la historia cubana, siempre se da una discusión sobre José Antonio Saco que permite entrever el futuro.
Saco, en efecto, presidía sin saberlo los debates acerca de la dolarización en la Isla, y la re-vuelta grosera a los mecanismos de represión ideológica y moral en el contexto de un hedonismo revolucionario que ha acabado por transformar el Guevara visionario de Korda en el vacilador globalizado de Motorcycle Diaries.
Ciertamente, después que uno relee ese ensayo a la vez propedéutico y conclusivo que es La otra moral de la teleología, puede pasar a comprobar las transiciones entre esas dos tradiciones morales fijadas metodológicamente por Rojas. Digo una vez más que el valor heurístico de su hipótesis de trabajo está por encima de cualquier evidencia factual.
Es así que puede decirse, por citar un ejemplo, que una de las obras de José Antonio Saco donde se comprueba la complejidad de su posición intelectual, o sea, donde lo moral tiene un sentido práctico y lo instrumental una arista ética, es su Memoria sobre la vagancia en la Isla de Cuba (1832), sometida a concurso y premiada tras sostenidos intentos (ya la había presentado en 1829) por la Sociedad Patriótica de La Habana, recordada como Sociedad Económica de Amigos del País. Se trata en verdad de una Memoria sobre la "vagancia", pero se edita titularmente también como del "juego", por la estrecha relación que entre esas "instituciones de la cultura cubana" establece Saco, al menos en los primeros dos tercios del documento.
En esta Memoria sobre el juego y la vagancia en Cuba (Editorial Lex, La Habana, 1960), podemos decir que Saco cuestiona la costumbre cubana de jugar, gesto de escrutable significado cultural, sobre todo si lo leemos con la sublimidad que propone Kant en su Metafísica de las costumbres.
El cáncer devorador, según Saco
No obstante, hay varios momentos de condescendencia en el documento con algunos tipos de juego, con ciertas formas en que este se realiza y se encauza. Por ejemplo, Saco no es tan duro criticando el billar como la pelea de gallos y la lotería. Ni tan severo cuando critica el juego que se practica en los lugares públicos como el que se practica en el ámbito familiar ("juego doméstico").
Pero en sentido general, el pensador cubano sitúa el juego como una distorsión de las dos racionalidades que hemos referido anteriormente siguiendo el ensayo de Rojas:
1-El juego como enemigo de la moralidad
2-El juego como enemigo de la eficiencia económica (específicamente en el ámbito productivo-empresarial)
Deben fijarse bien estas dos sentencias, pues ya están contenidos en ellas, como subcapítulos, todos los tipos de argumentaciones que se manejan en la actualidad acerca de la pertinencia o no del juego en la "funcionalidad" social. Y me refiero tanto a la conversación cotidiana como al debate (micro)legislativo. |