www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 3/4
 
México DF: En defensa de Raúl Rivero
Acusado de vivir en la verdad. Culpable de no tener miedo. Condenado a 7305 noches de cárcel si no somos capaces de impedirlo… para bien de todos.
por ELISEO ALBERTO
 

Sigo. A ver, díganme, qué interés puede tener la Casa Blanca o el Pentágono en divulgar la bellísima despedida que escribió Rivero a sus amigos que se van de Cuba ("Irse es un desastre. Una catástrofe íntima"), publicada nada más y nada menos que en El Nuevo Herald de Miami ("Ahora sabemos, por todo lo que está pasando Cuba, que en el espacio que existe entre irse y volver hay que fundamentar la permanencia, porque permanecer siempre será un antídoto contra el desencanto. Y un veneno para el olvido"), o en su reseña literaria sobre Mariel, la estupenda novela de José Prat Sariol (uno de los pocos escritores de la Isla que se atrevía a visitarlo en su casa, ¿el único?). Qué le importa al Imperio que Raúl publique en la Revista Hispano Cubana su nostálgico artículo sobre el Caballito blanco de Chango o su gracioso Monólogo del policía, o su vallejiano elogio de la maquinita de escribir ("yo recuerdo la Underwood de mi tío, aquél periodista provinciano que murió en el exilio y renuevo mi amor cada mañana por esta Olivetti esbelta y beige, que me hace experimentar el goce de tocar lo que pienso y me hace padecer, que es siempre una fórmula de la altura y la fineza"), o su demolición de los mandamases que en el mundo han sido, sin nombre ni apellidos ("El totalitarismo es más fuerte que la belleza. Un soneto es una brizna frágil de sentimiento frente al ardor de las proclamas políticas. Sólo que la belleza y el soneto son eternos y es su perdurabilidad lo que doblega el señorío oscuro y provisional de un gobernante. (...) Se sabe que los gobiernos miran la cultura como un buey mira un piano"). Por amor de Dios, díganme, ¿qué oficial de Inteligencia o Contrainteligencia, qué investigador, qué ideólogo, qué perito en informática, qué mentiroso, ¡quién de ellos me demuestra que James Cason, actual jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba, un funcionario prepotente, en verdad dañino, petulante, altanero y detestable, una bazofia humana que quiere menos a Cuba que yo a la gallina que acabo de almorzarme, cuál de todos me convence de que mister Cason o un idiota semejante haya sido el "superior" que le ordenó a Raúl Rivero aquel texto sobre el poeta Eliseo Diego que no cito en este párrafo para no echarme a llorar en la terraza!? Y hablando de mi padre, quiero recordar una oración del prólogo que escribiera para un libro de Raúl, pues viene al caso: "Lo característico (en la poesía de Rivero) es la violencia impaciente".

Más adelante, la Fiscalía esgrime una acusación digna de tomarse en cuenta, por el sereno y al mismo tiempo cínico uso de la exageración: al centro mismo del "Encausamiento", el licenciado Moreno Carpio asegura (y lo creo porque lo leo) que en el registro efectuado en el apartamento de la calle Peñalver al poeta se le ocuparon, "entre otros materiales de carácter subversivo", un radio marca Sony, una grabadora, un cargador digital de baterías, una máquina de escribir (¿su Olivetti esbelta y beige?), una laptop marca Samsung, un adaptador de cámara video ocho (no la cámara), varios casetes "conteniendo información destinada a subvertir el sistema económico, político y social cubano" (sin dar títulos), cinco ejemplares de su libro Ojo Pinta y dieciocho sobres conteniendo artículos varios y recortes de sus trabajos periodísticos, tres files con documentos de "la llamada prensa independiente", y supongo (aunque no se registre con la misma precisión) que también deben haberle "descubierto" en la cocina o en el baño una azucarera, un jarrito de aluminio, un salero, un pomo de colonia Fiesta, tal vez dos rollos de papel higiénico, una caja de palitos de dientes, siete u ocho cuchillos de mesa, platos de muy distintas vajillas, una maquinita de afeitar desechable y, quién quita, uno de esos artefactos mortales, tan peligrosos para la Humanidad que desde el derribo de las Torres Gemelas las autoridades aeroportuarias las expropian a los viajeros de clase turística para así combatir al terrorismo: un cortaúñas metálico. Tampoco se consignan, por ejemplo, las Obras Completas de Nicolás Guillén dedicadas de puño y letra por nuestro Poeta Nacional ni los discos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés y Carlos Puebla que Raúl me puso el día que me invitó a almorzar arroz con frijoles en su casa —después de todo, hicieron bien en no consignarlas, pues hubieran confundido a la opinión internacional con detalles cursis y frágiles: "Se acabó la diversión, llegó el Comandante y…" Y mucho menos enlistan sus subversivas apologías de la justicia social, sus subversivas décimas, sus subversivos bolígrafos y, claro, un montón de versos subversivos impresos en la contra cara de hojas mimeografiadas, páginas desechables que, quizás, no lo dudo, alguna vez contaron la subversiva Historia del PCUS, ¿único tesoro que le dejó en herencia su padre, el proletario Esineo Tiburcio, orgulloso rescatista de la Defensa Civil? Un tipazo. Lo recuerdo levemente. Cuando entraba un ciclón en La Habana, Esineo se envolvía en una capota de hule y salía a patrullar la zona, a contra ráfagas, en busca de los callejeros perros de nadie. "Padre mío que estás en las sombras/ de esa gran noche sideral/ tú que no fuiste todopoderoso/ que en vez de multiplicar los panes y los peces/ te los quitaste para dárnoslos/ si estuvieras despierto y terrenal/ me prestarías tu brújula y tu vieja memoria de caminos y fronteras". Raúl siguió el ejemplo de Esineo. ¡Cómo le llueve encima!

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