www.cubaencuentro.com Lunes, 31 de mayo de 2004

 
   
 
Venezuela ante la OEA
¿Auxiliará la organización continental a la democracia venezolana ante el fraude diseñado por Chávez?
por ANTONIO SáNCHEZ GARCíA, Caracas
 

La carpeta que lleva el rótulo de Venezuela ha conquistado el nada envidiable privilegio de ocupar el lugar más destacado en los escritorios de las cancillerías latinoamericanas. En 1998, cuando guardara algunos simpáticos expedientes que relataban la historia de un pintoresco militar retirado que reivindicaba la espada de Bolívar como instrumento de la nueva política para su país, no hubo muchos funcionarios dispuestos a tomarla en serio y prestarle la debida atención. Venezuela, país petrolero, rico y desenfadado, podía permitirse esa y otras extravagancias.

J. H. Chavez
Hugo Chávez, César Gaviria.

No hacía mucho se había sacado de la manga a un socialdemócrata carismático y pujante llamado Carlos Andrés Pérez, convertido en promotor del Grupo de los 77 y líder de los Países No Alineados. Precisamente, fue en un frustrado y rocambolesco golpe de Estado escenificado en su contra, algunos años antes, que descollara este paracaidista llamado Hugo Rafael Chávez Frías, quien de golpista y conspirador contumaz se haría con la presidencia de la nación por vía electoral algunos años después. Si Chile conociera en los años treinta el caso de un uniformado que luego de un interregno dictatorial se convirtiera en presidente democráticamente electo en los cincuenta, ¿por qué no Venezuela?

El craso error consistió en confundir al teniente coronel venezolano con casos precedentes de otras naciones, como ese de Paco Ibáñez en Chile. Y no advertir el furor apocalíptico que lo alimentaba, poseído por la llamarada encendida en el continente por otro conspirador contumaz: Fidel Castro. A lo cual se sumó un error aún más grave, en el que incurrieran todas las izquierdas del continente y del mundo desde los años sesenta: pensar que Chávez, como Castro, era un exponente del socialismo latinoamericano de rostro humano, civilizado y popular, y no un caudillo demoledor profundamente antidemocrático.

La huella de Chávez

En cinco años ha dispuesto de los mayores recursos de los que ha dispuesto gobierno alguno en su país y, probablemente, en el subcontinente, sin haber dejado otra huella que el dramático dislocamiento de las instituciones democráticas, la ruindad material, una criminalidad que ya lleva 60.000 asesinatos en su haber, gravísimos quebrantos sociales y un odio entre nacionales que tiene al país al borde una guerra civil.

Empujada por la presión de los sectores democráticos de Venezuela, la OEA diseñó en septiembre de 2002 una vía de solución a través de su resolución 833, que conminaba a las partes a resolver la crisis de gobernabilidad que padecen mediante formas democráticas, pacíficas, electorales y constitucionales. Con la presencia del secretario general, César Gaviria, una mesa de negociación constituida por ambas partes arribó al acuerdo del 23 de mayo de 2003, que previó la realización de un referéndum revocatorio, figura asentada en la constitución bolivariana, precisamente para resolver el conflicto que hoy enfrentan los venezolanos.

Ya se ha cumplido un año de tal acuerdo. Lo que entonces pareció un sendero libre de obstáculos se ha convertido para la oposición venezolana en un verdadero vía crucis:la mayoría oficialista del Consejo Nacional Electoral ha utilizado los más insólitos recursos, triquiñuelas y engañifas para burlar la voluntad popular, desconocer casi un 50% de las firmas recaudadas y obligar a asistir a un inédito proceso de "reparos", que consiste en tratar al elector como un delincuente y obligarlo a demostrar que él, efectivamente, firmó por tal solicitud.

Esto le permite al gobierno, de paso, presionar a empleados públicos y contratistas a que inauguren otra insólita figura: la del "arrepentido". El mismo presidente calcula que serán más los "arrepentidos" que asistirán a retirar sus firmas —acto a todas luces anticonstitucional— que aquellos que bajarán la testuz y tratarán de demostrar que existen, siguen vivos y fueron quienes allí consignaron sus firmas.

Es tan profundo, tan tenaz y tan voluntarioso el demócrata venezolano, que a pesar de los pesares asistirá este fin de semana a los centros de reparo. La oposición jura que terminará por superar este último obstáculo y logrará convocar al referéndum revocatorio. Los más avisados apuestan que Chávez jamás lo aceptará. Sigue el consejo de su mentor, Fidel Castro, quien asegura que las revoluciones no se cuentan. El fraude parece cantado.

Algunos diplomáticos acreditados en Caracas aseguran que la OEA ya está aplicando su Carta democrática al caso venezolano. La OEA y el Centro Carter asisten y vigilan la última etapa de esta suerte de culebrón político caribeño. La próxima Asamblea General de la OEA, a celebrarse en Quito en menos de quince días, deberá tratar prioritariamente el caso venezolano. Sombrea sobre dicha Asamblea el precedente peruano, en el que la OEA no cumpliera el más distinguido de los papeles. ¿Remendará la plana auxiliando esta vez con todas sus fuerzas a la democracia venezolana? ¿O mirará de soslayo, como lo hiciera frente al tándem Fujimori-Montesinos?

Como diría el bardo, "the answer is blowing in the wind".

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