www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 3/4
 
El reciclaje de los comunistas
Una historia de las transiciones: ¿Existe una tercera vía entre el comunismo y la democracia para el ciudadano de a pie en los países de Europa del Este?
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

En las antiguas repúblicas yugoslavas, las del Asia Central y el Cáucaso, y otro grupo donde estaban Belarús, Moldova, Rumania y Ucrania, los rancios bonzos comunistas lograron reciclarse y acaparar o compartir el poder. En Belarús, los veteranos comunistas nunca abandonaron el poder. Cuando los gobiernos liberales en Lituania y Bulgaria no pudieron cumplir sus promesas con sus electores, estos les reemplazaron con los neo-comunistas y, en algunos casos, con los propios comunistas.

En países en los que estos grupos conformaron un sector electoral importante (como Rusia, Bulgaria y Polonia), los partidos socialistas y neo-comunistas adquirieron influencia. En la Federación Rusa, los comunistas que no pretendían asumir poses de reformistas, se reagruparon y, a partir de 1995, lograron resultados notables en las elecciones, dominando el parlamento y luchando por capturar la presidencia.

Sólo en la República Checa, Letonia y Estonia se ha mantenido firme el camino hacia la democracia y la economía de mercado, pese a los duros obstáculos. Las reformas económicas checas han sido inteligentemente aplicadas, obteniendo buenos resultados. Allí, los viejos comunistas —reciclados en la socialdemocracia u otros colores— y los burócratas estatistas desaparecieron totalmente del escenario político.

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Pese a las alarmas que sonaron en algunos centros de poder de Occidente, no se estaba, sin embargo, ante 1917 ó 1945, pues los resucitados partidos "comunistas" no tienen deseos de restaurar las dictaduras proletarias o agitar por la confrontación contra Occidente.

Ya desde las purgas "trotskistas" y "bujarinistas", los nomenklaturistas del aparato partidista, la policía política y la burocracia gubernamental, en todos los Estados que abrazaron el credo comunista, compartían la conclusión cínica de que el comunismo, como futuro de la humanidad, era un cuento de hadas sólo profesado por políticos tercermundistas y académicos occidentales.

Los procesos de transición en curso han configurado una nueva clase dirigente en la que se dan cita dos comunidades; si la primera presenta un cariz tecnocrático, la otra responde a un perfil "politocrático" y sus filas se nutren de intelectuales en una proporción muy superior a las politocracias de los sistemas democráticos.

Sin embargo, el grupo de mayor peso se sigue configurando con los directivos de empresas provenientes del viejo régimen comunista. Son estos últimos los que, reciclados, se han erigido en los triunfadores de los procesos de transición contemporáneos. Sin duda, esta pujante presencia de miembros de la vieja nomenclatura, más o menos consolidada, se ha comportado ahora en forma más profesional y pragmática que durante el pasado comunista, al asumir un comportamiento no regido por consideraciones ideológicas, que permite las alianzas de los segmentos liberales con los ex comunistas.

En Europa central, los grupos iniciales se conformaron en partidos: agrarios, democristianos, neo-liberales, liberales clásicos, socialdemócratas y verdes. La fuerza de los partidos agrarios se hizo notable en Polonia y Hungría, actuando a menudo en estrecha colaboración con los partidos comunistas o con formaciones heredadas de estos. El acceso al poder de fuerzas nacidas de los viejos partidos comunistas, en estos países de la Europa central, ha facilitado cierta homologación de tal proceso. En los últimos años, los Estados eurocentrales han estado gobernados, de manera constante o alternada, por miembros de las otrora élites políticas comunistas, registrándose su presencia en la administración pública.

Este reciclaje, de militantes de la casta rectora proveniente de las sociedades comunistas, en miembros y fundadores de nuevas organizaciones políticas y económicas de la transición, ha sido factible por hallarse estos —parapetados en los aparatos económicos y políticos— en una mejor ubicación que la oposición y la disidencia, así como por la debilidad de las fuerzas democráticas emergentes. Las armas de los ex comunistas han sido tanto el oportunismo político como las viejas tendencias reformistas que habían sido arrinconadas durante la Guerra Fría, y que al fin lograron su proyección política.

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