www.cubaencuentro.com Viernes, 08 de abril de 2005

 
   
 
Un millón de personas tributan un histórico adiós a Juan Pablo II
A partir de ahora la atención se centrará en la sucesión de Juan Pablo II, que se dirimirá en el Cónclave de cardenales cuyo inicio está previsto el 18 de abril.
 

Un millón de fieles despidieron este viernes a Juan Pablo II en un histórico funeral que fue interrumpido por los gritos pidiendo su pronta canonización y tras el cual el Papa polaco recibió sepultura en la cripta de la basílica de San Pedro, informó la AFP.

Cumpliendo con su deseo, Juan Pablo II fue enterrado en una sencilla tumba en el suelo recubierta sólo por una lápida de mármol blanco, en una ceremonia íntima que concluyó pasadas las 14:00 locales, poniendo fin a los actos previstos para despedir al Papa, fallecido el pasado sábado a los 84 años.

El féretro de Juan Pablo II, cargado por 12 porteadores, fue llevado en procesión hasta el interior del templo bajo una fervorosa ovación, mientras sonaban las campanas y varios eclesiásticos agitaban sus manos despidiéndose del polaco que ocupó el trono de San Pedro durante más de 26 años.

"Santo, santo, santo", corearon durante largos minutos los cientos de miles de devotos y peregrinos, jóvenes en su mayoría, que abarrotaron la plaza de San Pedro e interrumpieron brevemente la liturgia para expresar por última vez su cariño al único Papa que muchos de ellos conocieron.

El Papa "nos ve y nos bendice" dijo durante su homilía el cardenal alemán Joseph Ratzinger, decano del colegio cardenalicio, quien presidió la misa de dos horas y media al aire libre.

"Ahora está frente a la ventana de la casa del Señor. Nos ve y nos bendice", dijo Ratzinger, recordando la última bendición que el Pontífice impartió desde su ventana a los fieles que se congregaron en la plaza el domingo de Pascua, seis días antes de su muerte.

El sencillo féretro de madera clara de ciprés, con una cruz y una "M" de María grabadas en la parte superior, yacía sobre una alfombra oriental delante del altar de colores rojo y oro, una sobriedad que contrastaba con la grandiosidad del acontecimiento.

Sobre el ataúd se habían colocado los santos Evangelios, cuyas páginas fueron hojeadas por el viento en una nublada y fresca mañana primaveral, mientras los coros de la Capilla Sixtina y del Matter Ecclesiae entonaban cantos gregorianos.

La misa fue concelebrada por 160 cardenales, que formaban una barrera de color rojo púrpura a la izquierda del altar, que contrastaba con la fachada color arena de la basílica, el morado de los obispos, el blanco de las ropas de los otros centenares de sacerdotes oficiantes.

Frente a ellos, se advertía una enorme mancha oscura formada por el nutrido grupo de mandatarios, vestidos en su mayoría de estricto luto, los hombres con traje gris, azul o negro, mientras que las mujeres llevaban mantilla o sombrero cubriéndoles la cabeza.

Entre los 26 jefes de Estado, ocho vicepresidentes y 17 primeros ministros presentes, sobre un total de 200 personalidades, destacaban el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, sus homólogos brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, y mexicano, Vicente Fox; así como el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan; los reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía; y el príncipe Carlos de Inglaterra.

América Latina estaba igualmente representada por los presidentes de Bolivia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.

Según Reuters, en un momento, el presidente israelí Moshe Katsav estuvo de pie justo frente al presidente sirio Bashar al-Assad.

"Quizá el día de hoy nos dará esperanza para un futuro de paz, no de conflicto y odio", dijo el presidente iraní Mohammad Khatami en una entrevista concedida al diario Corriere della Sera.

Antes del funeral, los restos mortales del Papa más mediático y viajero de la historia, fueron introducidos en un sencillo ataúd de madera de ciprés en una ceremonia íntima a la que asistieron el cardenal camarlengo, el español Eduardo Martínez Somalo, y su secretario personal durante los últimos 40 años, monseñor Stanislaw Dziwisz.

Un millón de personas, entre los que destacaban numerosos italianos y polacos, asistieron en directo al funeral.

Unos 300.000 fieles ocuparon por completo la plaza de San Pedro y la avenida de la Conciliación que vincula el casco histórico de Roma con la Santa Sede, y otros 700.000 vieron la ceremonia a través de las 28 pantallas gigantes instaladas en puntos estratégicos de la ciudad.

Los fieles y peregrinos, entre ellos numerosos españoles y latinoamericanas, ondeaban cientos de banderas de distintos países y una gran pancarta que decía: "Santo ya".

Varios centenares de fieles, muchos de los cuales esperaron toda la noche a la intemperie para poder acceder al recinto, tuvieron que ser atendidos durante la ceremonia por médicos y socorristas voluntarios.

Las autoridades italianas establecieron "un dispositivo de seguridad sin precedentes" para el funeral más multitudinario de la historia, y movilizaron a 40.000 personas, entre agentes de seguridad, voluntarios de Protección Civil y empleados municipales.

El espacio aéreo romano permaneció cerrado durante el funeral y el tráfico de automóviles en el casco urbano fue cortado, debido a la avalancha humana que casi ha duplicado la población de la ciudad.

"Es como si Roma hubiera recibido a otra Roma", declaró este jueves el alcalde, Walter Veltroni. Otros centenares de millones de personas en todo el mundo siguieron la ceremonia en directo por la televisión, incluido en el mundo árabe.

A partir de ahora, la atención se centrará en la sucesión de Juan Pablo II, que se dirimirá en el Cónclave de cardenales cuyo inicio está previsto el 18 de abril.

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