www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
El imperialismo de la bondad
¿Altruismo o solidaridad hegemónica? Castro amenaza a Kirchner con una invasión de batas blancas.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

Actualmente, más de 2000 jóvenes estudian en la citada facultad. De acuerdo con fuentes del independiente Grupo de Trabajo Decoro, la escuela parece habérsele ido de las manos al régimen. Los estudiantes, al contar con el "privilegio" de comprar automóviles y otros artículos prohibidos a los ciudadanos cubanos, han creado un verdadero emporio de compra-venta, canje y cualquier operación mercantil posible con los habitantes de los alrededores. Igualmente, se han generado incidentes ante la negativa de muchos de ellos a participar en actos políticos organizados por La Habana. Para fastidio del Gobierno, la militancia se resquebraja. Los teóricamente encargados de transmitir la "experiencia revolucionaria" de la Isla parecen tener otras preocupaciones, más o menos de acuerdo con los tiempos que corren. Una estudiante suramericana —que pidió no ser identificada— dijo a la prensa independiente que estaba en la escuela para "aprovechar la ganga, me hago médico y me voy para mi país a practicar lo que aquí se critica: la medicina privada".

No obstante, el Gobierno insiste. El lujoso parque de autobuses con que cuenta la escuela sigue teniendo como finalidad —casi exclusiva— el traslado de los estudiantes a cuanta tribuna abierta se celebre en las zonas colindantes. Agrega la fuente que muchos de ellos, con deficiente base académica o poca capacidad, repiten intencionalmente el curso de dos años y se dedican a lucrativos negocios con autos y drogas, además de aprovechar las salidas a actos políticos para hacer turismo por cuenta propia, hartos de una propaganda que no entienden, y muchos no quieren.

La más reciente demostración de control sucedió esta misma semana, cuando un oficial de la Seguridad del Estado amenazó telefónicamente a cuatro estudiantes guyanesas por mantener amistad con un disidente de Ciego de Ávila. Según la agencia Cubanet, les advirtieron que podrían ser deportadas a su país.

La experiencia de "extensión revolucionaria" ya no sólo ocupa el ámbito de la sanidad. El total de becarios en diversas especialidades y enseñanzas suma una cifra cercana a los 12.000 —provenientes de cuatro continentes— en el presente curso escolar. Además, cientos de extranjeros se preparan en la Escuela Internacional de Deportes, y otros tantos entrenadores antillanos sirven en medio mundo. Seguramente novedosas posibilidades de inserción aparecerán en lo adelante. Pero el puntillazo de la política de socialización ideológica es el otorgamiento de becas de medicina a ciudadanos norteamericanos con el fin de continuar minando ciertos sectores de ese país, proclives a tolerar el castrismo.

Lo que el régimen llama "solidaridad" no es más que una engañifa destinada a confundir a la progresía mundial. Cuba ha sido siempre un país de gente abierta, dispuesta a dar hasta lo que no tiene. Un país de gente realmente solidaria y acogedora con los cientos de miles de inmigrantes que en cinco siglos recibiera. Solidaridad —sépase de una vez— es mucho más que forzar a 400.000 cubanos a empuñar las armas en África o Nicaragua, o que quitarle a los ciudadanos —sin previa consulta— decenas de toneladas de alimentos y medicinas para enviar a Venezuela. Solidaridad es la que vivió el pueblo de Galicia cuando el derrame de petróleo del Prestige: los jóvenes españoles cancelaron sus vacaciones de año nuevo y Semana Santa para entregarse voluntariamente a la limpieza de las playas. Los ejemplos son incontables.

Pese al machacado discurso oficial antiimperialista, antiglobalización y anti-todo, para Castro la solidaridad sólo tiene sentido con el apellido hegemónica. Estados Unidos crea lobbys favorables en el mundo a cambio de préstamos financieros, presiones diplomáticas y conflictos bélicos. La Cuba castrista intenta lo mismo, pero a través de métodos más subliminales. El imperialismo de la bondad no deja de ser imperialismo, destinado a fundar invasiones ideológicas o proselitismos políticos, dotados de ribetes presuntamente altruistas. Lo demás no cuenta, al menos en primera instancia. Sólo compruébese la lista de aliados castristas en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra. Castro acaba de anunciar en Argentina (país que se abstuvo en la Comisión, le entregó la Medalla de Buenos Aires y le recibió como a un rey) que "Cuba no lanza bombas, sino médicos para el mundo": una solapada proposición "solidaria" hacia ese país, de tipo anzuelo. Porque por más vueltas que se le dé, está muy claro: Fidel Castro no regala nada si no es a cambio de algo.

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