www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 1/3
 
Hoy, como ayer
Reinventando el capitalismo de Estado: ¿Sigue el castrismo al batistato en materia de política económica?
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

La intervención estatal en la economía cubana se ha consagrado definitivamente como una regularidad histórica. Desde la constitución de la República hasta 1925, el joven y atribulado Estado cubano se rigió por un canon alegremente liberal, absteniéndose de diseñar algún proyecto que tuviese como fin incidir en la orientación de la política económica. Pero los dirigentes económicos del Gobierno de Gerardo Machado (1925-1933), urgidos a estimular el desarrollo de otros
Raúl Castro
Un día del 'empresariado socialista'. De izquierda a derecha: Ramiro Valdés, Juan Almeida y Raúl Castro.
rubros productivos y compensar la caída de los ingresos azucareros, implementaron un ambicioso plan de obras públicas e infraestructuras junto con la audaz reforma arancelaria de 1927. Dicha normativa intentaba estimular la autosuficiencia de algunas producciones agrícolas y manufactureras, señales todas ellas que indicaban la temprana implicación del Estado en la corrección del rumbo económico de la nación.

En los años cuarenta y bajo el influjo social-demócrata de la Constitución de 1940, tanto el Gobierno de Batista (1940-1944) como los dos gobiernos auténticos que le sucedieron en el poder, continuaron con la práctica de involucrarse en determinados proyectos de carácter económico con el fin de paliar los nocivos efectos de las depresiones cíclicas (la aplicación de la Ley de Coordinación Azucarera y el Plan Trienal de Batista son prueba de ello), así como en otros de naturaleza social, tales como la regulación de las relaciones obrero-patronales.

De esta forma, y habiendo acumulado el Estado en Cuba un notable expediente con respecto a su injerencia en temas de política económica, se produjo el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. Al Gobierno del depuesto presidente Prío lo sorprendió la asonada en pleno despliegue de una política económica de matriz keynesiana, basada en el efecto multiplicador del gasto público sobre el crecimiento del ingreso nacional. Con este propósito se había fundado en 1950 el Banco Nacional de Cuba, más una institución bancaria paraestatal o semipública, el Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba (BANFAIC), concebido para propiciar el desarrollo de otras variables productivas ajenas al azúcar.

Una vez que Batista se hizo con el poder, y obligado a encarar la recesión que se avecinaba tras el final de la guerra de Corea, consideró conveniente ir más allá. Creó toda una red de organismos bancarios paraestatales especializados, tales como el BANDES, el BANCEX y la Financiera Nacional, entre otros. Tales instituciones sirvieron de soporte orgánico y funcional al Estado para el despliegue del Plan para el Desarrollo Económico y Social. El mismo tenía como fin mantener el nivel de actividad económica mediante la captación de recursos por parte del Estado, utilizando el mecanismo del endeudamiento público. Dichos fondos se movilizaron hacia la creación de infraestructuras y la estimulación de otros rubros productivos distintos al azúcar, por medio de la creación de empresas agrícolas, transformativas y turísticas, buscando con ello la eficacia de los correctivos anticíclicos, aplicados esta vez a la abierta y dependiente economía insular.

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