www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Ni olímpicos, ni invadidos
Pese a esparcir a los cuatro vientos su retórica de plaza sitiada, La Habana sigue pujando por la sede de la Olimpiada de 2012.
por ALCIBíADES HIDALGO, Washington
 

Para bochorno de todos los bandos, Cuba está cada vez menos en las prioridades de este mundo. Sólo los excesos de su último dictador concitan la atención internacional. A los recientes sucesos cubanos Washington ha respondido, pese a todo, con extremada moderación. Europa, por su parte, libra apenas una contienda simbólica, pero enrevesada, por el acceso a sus embajadas en La Habana. Y en términos de política regional, lo último que América Latina desea es algún conflicto con la pequeña isla que escogió históricamente como última frontera. A Cuba nada, salvo ella misma, la amenaza. 

En Madrid, hace apenas unos días, el cubanoamericano Otto Reich, principal asesor de George W. Bush en su política hemisférica, respondió tajante a una pregunta sobre posibles represalias militares contra la Isla: "Medidas militares, no. No creemos que hagan falta". Desde que comenzó tres meses atrás otra era de represión con el pretexto de la invasión inminente, se han expresado en términos semejantes casi todos los funcionarios que importan en la formulación de la política exterior norteamericana, de Collin Powell a Condoleeza Rice, incluyendo a Donald Rumsfeld y Mel Martínez, el cubanoamericano de mayor rango en la Administración. Siempre puede alegar el bando contrario que no es cierto lo que dicen, que libran así, desde la derecha y a lo Castro, una "batalla de ideas" y de desinformación.  

En este caso tampoco "nadie escuchaba". La Habana, por las razones que le benefician. Un sector en extinción del exilio cubano, porque aún aspira a que los hijos de Colorado o Pennsylvania resuelvan por y para ellos el problema de la Isla. El lenguaje difiere según las ideologías, pero prolonga igual la agonía triunfante de un régimen que florece en el asedio. Apocalípticos e integrados, a su pesar y quizás sin saberlo.

Mientras tanto y pese al presagio de próxima agresión, Cuba sigue en la puja por la sede de los Juegos Olímpicos de 2012. "La Habana puede acoger unos juegos excelentes, modestos, austeros y eficientes", argumenta el presidente del Comité Olímpico cubano, José Ramón Fernández, el mismo "Gallego" de los recados a Sadam Hussein. ¿Percibirá al menos la incoherencia de semejante anhelo en plaza que se alista para la guerra? Poco importa que la economía en ruinas desmienta el bello y conveniente sueño de una Olimpíada en casa de pobres. El mismo diario que criticó al presidente Kennedy por su indecisión en 1961 comentó esta semana que ni siquiera Nueva York podría asumir el costo de unos juegos universales en tan corto plazo. Allá Madrid, Londres, París, Estambul o las otras prósperas ciudades que también contienden.

La pretensión olímpica data de varios años atrás. Quizás se explique así la incongruencia del discurso. O tal vez se aspira a lograr durante los juegos una tregua en las hostilidades, al estilo clásico de los fundadores de nuestra civilización. Muy probablemente los cubanos quedaremos vestidos para ambas fiestas: no habrá Olimpíadas, ni habrá invasión, y nos va a ir mucho mejor así. A Fidel Castro lo tiene sin cuidado. Lo importante para él es anunciarlas as time goes by (o mientras el tiempo pasa, según se prefiera).

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