www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
   
 
Mi compatriota José Olivio
En momentos en que prevalece una crítica bastarda y publicitaria, de póster y solapa, la desaparición de un analista literario serio es lamentable por partida doble.
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
 

La muerte de José Olivio Jiménez, ocurrida hace unos días en un hospital de Madrid, ha privado a la poesía iberoamericana y española modernas de uno de sus más competentes estudiosos, lo cual no es pérdida menor, sobre todo cuando, como ahora mismo, gran parte de la crítica de poesía en el ámbito hispánico no se caracteriza precisamente por su seriedad y solvencia.

J. O. Jimenez
Hispanista Jiménez.

En momentos en que prevalece —véanse los suplementos culturales de la prensa periódica— una crítica bastarda y publicitaria, de póster y solapa, que sobrepone compromisos extraliterarios a los valores intrínsecos del texto que supuestamente juzga —y de la que se benefician los autores, buenos y malos, publicados por las grandes editoriales—, la desaparición de un analista serio como José Olivio Jiménez es lamentable por partida doble.

El generoso y acogedor José Olivio nos ha dejado a los 77 años de su fecunda vida. Me conmueve recordar la conversación que sostuvimos la última vez que lo llamé por teléfono, hace sólo unos meses. Entonces me contó de su soledad y su invalidez en el piso madrileño donde quiso pasar sus últimos días después de casi medio siglo de permanencia en Estados Unidos, donde desarrolló una brillante carrera profesoral.

José Olivio y yo nos conocimos en 1990, en Turín, durante un turbulento macrohomenaje europeo a Antonio Machado, poeta al que dedicó páginas iluminadoras, como las de su ensayo Antonio Machado y la poesía española de postguerra. Yo no lo había visto nunca, ni en fotos, e ignoraba que él estuviese entre los invitados, pero en una intervención que hice en la Universidad de Turín lo mencioné llamándolo "mi compatriota".

Al terminar la sesión académica, un hombre emocionado me abordó en el pasillo. Era él. Me agradecía que yo, un cubano que venía de Cuba, uno de "los de adentro", me hubiera atrevido a saltarme en público las normas del castrismo reconociéndolo a él como compatriota, a él, que se había ido de la Isla hacía cuarenta años y jamás había dado muestra alguna de simpatizar con Castro.

La otra vez que nos vimos fue en Nueva York, tres años más tarde. José Olivio, aunque ya enfermo de su cruel artrosis y retirado de la docencia, por puro amor a su trabajo seguía atendiendo su cátedra de Lengua y Literatura Españolas en Hunter College, el prestigioso centro universitario neoyorquino. A ella me llevó para que hablara a los estudiantes sobre Rubén Darío y el Modernismo. Disertar sobre este tema delante de José Olivio Jiménez, que era un sabio en la materia, fue una honrosa tarea que no me gustaría repetir.

De mi paso por Nueva York conservo la imagen de José Olivio presidiendo, entusiasta y elocuente, el homenaje que se le ofreció a Eugenio Florit —uno de sus ídolos mayores— por su cumpleaños 90. En el aquel acto, donde no escasearon las lágrimas de emoción, empezando por las de Florit, participé junto a los poetas españoles José Hierro, José Ramón Ripoll y Jesús Fernández Palacios, quienes presentaron allí un número de la gaditana y hermosísima RevistAtlántica de Poesía parcialmente dedicado al gran lírico de Trópico, Doble acento y Asonante final.

Gozar de la amistad y el talante cubanísimo del maestro José Olivio Jiménez es, junto con lo que he aprendido en su transparente prosa cargada de revelaciones, uno de los privilegios que me ha otorgado la vida.

Referencias
Falleció en Madrid el hispanista cubano José Olivio Jiménez
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