www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
Parte 1/3
 
Carta a Papá Noel
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Obeso, nórdico y navideño Papá Noel, Santa Claus o Santí Cló:

Como he sido hasta esta misma mañana un niño bastante entretenido y prejuiciado, con la imaginación parcelada y otros traumas civiles y militares, te escribo para confesarte todos mis equívocos y aprensiones, el trineo y los venados que te halan la elegante chivichana por la estratosfera, creando una atmósfera rara y nevada, distinta a aquellas mías, tan bayamesas y de fuego apagado, sin chimeneas ni calcetines para andar colgando en ellas. Ahora veo, con las niñas que son mis pupilas, que nunca tuve estufas, sino estafas.

Papa Noel

En primer lugar, creo que mi remoto rechazo venía dado por la forma, mira tú. No es fácil aceptar un loco más en el panteón ideológico que en mis cortos años habían puesto para mi altruista formación adoradora —Al César lo que es del César y a Dora, Dora—. Por allí pululaban ya tres reyes magos muy complicados en el asunto vestuario, rarísimos, con animalejos que comenzaron de pronto a faltar a mi dieta de niño con astigmatismo en la ternura.

Más tarde, como eran magos, desaparecieron, no sin antes dejarse descubrir, es decir, que gracias a las listas, colas, marcajes y noches en blanco, nos enteramos de repente que no eran más que la vil calumnia amorosa, el parapeto donde se escondían los padres, que tal vez les hacían el favor de hacernos felices un puñetero día al año, al margen de los esfuerzos de otros magos que nos reservaban otros cientos de días, que ellos pensaban muy felices para nuestro candor infanticida.

Estropeada mi imaginación de tres pies de altura, ya no hubo hechizos en este mundo, a no ser otros animalejos de extrañísimo folclor, como el pollo a la jardinera, el perro sin tripas y la pasta de oca, que suplieron, con suspense inglés, a los tradicionales bichos de Anderssen, Grim y Perrault, esos capitalistas de pan con timba.

De manera que, cómo iba a aceptar mi inocente benevolencia a un viejo gordo que para más indecencia vestía de rojo, color que ya por entonces me provocaba una inexplicable urticaria. Como información extra te añado que, viejo y con barba, solamente identificaba a Carlos Marx, pero ese tenía animales distintos uncidos al carruaje, y si eras tú, me preguntaba para qué cañájaros decías "¡Jo jo jo jó!" , que me sonaba a burlita con todo ese materialismo inmaterial, y las dialécticas atragantadas en mi pechuga de pedro infante.

En segundo lugar, mi resistencia a creer en un jubilado pasado de peso, repartiendo juguetes, levitando en la noche navideña, venía por el contenido. Y un poco por el continente, para qué te voy a engañar, si aquel era un tiempo en que yo amaba esa isla, y todo lo que resultara tierra firme me inhibía. Ya te expliqué algo de mi anorexia ideológica, y mi fervor sacro lumbar por la guerrilla latinoamericana. Para un niño con semejantes desajustes no era fácil tragarse a un viejo barbudo que no viniera de Leningrado. Súmale a ese sarpullido mi desconfianza textil: a mi tierra caliente no podía arribar nadie cubierto de franela, ciertopelo, pana, tafetán o damasco; a lo más que llegó mi niñez fue a la guinga y al caqui chino, cuya tirantez y solemnidad después de haber sido tratado con almidón, le rasgaba los ojos al más guapo, poniéndolo amarillo del dolor.

En tercero —yo era terrible en tercero, y en primero y hasta en cuarto. A mí me dejan en el cuarto y no imaginan lo que soy capaz de hacer. Como me conozco, repetí el preescolar— había razones más que frutificadas para rechazarte por advenedizo y paquetero. Si de pronto se esfumaron aquellos tres reyes magos —más cercanos a mi cultura— que eran reyes del Oriente, y yo vivía en esa provincia, ¿cómo iba a aceptar así, de manca paloma, que se apeara un señor mayor que se colaba por las chimeneas, si la única que habíamos visto había sido en una película donde Sherlock Holmes hacía de Basyl Rathboone. Goteras, lo que se llama goteras, era lo más cercano a agujeros en el tejado que nuestra inocencia palpaba. Y el horno de la panadería.

1. Inicio
2. Sería inútil continuar...
3. El otro componente...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a Osvaldo Farrés
RFL, Barcelona
Complejo adánico
LUIS MARTíNEZ, Nueva Jersey
Carta a José María Heredia (II)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Historia de un Panda
Carta a José María Heredia (I)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Carta a Rafael María de Mendive
RFL, Barcelona
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir