www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
Parte 1/3
 
Carta a José María Heredia (II)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Atormentado, niagarero y patriótico José María Heredia y Heredia, segunda toma:

Pues como le iba diciendo: no hay nada más complicado, y, a la vez enriquecedor, que un tropo poético. Uno se tropa con un tropo y trepa. Ya cuando alguien es capaz de criar tropos a diestra y siniestra, y le nacen hasta dormido, puede considerarse que está listo para formas más variadas de la metáfora, para el oxímoron, y hasta para que los símiles se le den como el romerillo. Y cuando el tropo es poético, qué delicia, qué aroma de lluvia, qué aire de agua, qué silvestridad, que oxiuro carcome el cacumen, qué aura nos cubre, qué espléndido crece el pollo, a menos que debajo de la cama esté el majá, que ese infecto cuadrúpedo nos pica y se nos va.

Alzar el tropo a todo trapo es la hostia, para soltarlo cervantino en esta sabrosísima metonimia en que vuelo en el nuevo siglo. Se lo digo yo, que a veces armo mi tropolaje, y sale el tropo así, desplegado y espléndido, de la mente. Claro que al no tener la mente muy atlética y saludable, sino tirando a hiperbólica y necesitada de meprobamato, ya es como un tropoloco, un tropo demente.

Y qué es un tropo, dirán muchos de esos seres humanos nada capacitados para la poesía, y a quienes no queda más remedio que conformarse con panfletos y discursos, más directos y nada dilectos. Ah, querido poeta, ahí verá la horrible ventaja que tenemos sobre los demás y que tan infelices nos hace. El tropo es como si dijéramos una figura, que en vez de tener tres o cuatro lados, peso específico, arruguitas, olor o sabor, es inatrapable como una cuota de huevos en el interior de la Isla.

El tropo es pequeño, peludo, suave, casi se diría de algodón. Ya el símil es otra cosa. El símil tiene menos alcance. Comparado con un misil, claro. Si uno dice, por ejemplo "prodigio, prodigio, mis manos florecen/ rosas, rosas, rosas de mis dedos crecen", pudiera parecer un tropo, pero es algo gravemente dermatológico. Como un hongo muy raro, aunque suene bonito.

Me veo obligado por las circunstancias, que pueden ser trigueñas, rubias o pelirrojas, pero todas repletas de epítetos sensuales, a exponer brevemente algunas piezas claves del instrumental poético-quirúrgico, para que la plebe —que es como se nombra en griego a la masa— se entere de los pellizcos que daré a su poética. No sea cosa de que me ponga yo a apostrofar sus versos y resulten perífrasis rayando con el pleonasmo. Desde que a mí me extirparon el pleonasmo, nado mejor en la marea poética.

Pero si queremos que nuestros compatriotas sean los más cultos del planeta, no vamos a conformarnos con dejarles que se vayan a vivir a los cuatro confines del mundo, sino hacerles lo que, en metáfora de los Orgasmos de la Segurola Estatal, se denomina "darles seguimiento". Y, por supuesto, mantenimiento técnico.

Advierto a los profanos que el párrafo que viene a continuación es más aburrido que una telenovela sobre taínos o trabajadores del puerto, y más peligroso que un apagón en La Lisa, pero lo considero imprescindible para que el cerebelo no se aletargue, que ya bastante muescas han hecho en él las sucesivas, brillantes y divertidas consignas repetidas incansablemente a lo largo de estos alegres 45 años en la Isla.

Hay que reconocer que estamos vivos de milagro a causa de tanto bloqueo mental, lo que demuestra que el pueblo cubano es —amén de poético y metafórico— un sabueso duro de roer, para hacer una alegoría —no confundir esta palabrita con el júbilo que provocaban antaño los carnavales— medio militar —que no castrense, solavaya, mi yijo— con sólidos tropos de milicias territoriales.

En el quirófano poético contamos con un variado y utilísimo instrumental. Pienso que todo ese arsenal forma parte de lo que denominaremos "retórico"; cuando lo retórico es para embaucar, machacar una turca para que la gente se quede en babia, entonces no es sólo retórico, sino retorcido. Así tenemos a mano, para escribir buena poesía —incluso poesía que el gobierno autorice a publicar— figuras lingüísticas como la hipérbole, la antítesis, el hemistiquio, los símbolos, la anáfora, la aliteración, la perífrasis mencionada, la metonimia y la sinestesia, que es un calmante que nos dan a los poetas en cuerpos de guardia de cualquier hospital o centro de desguace ortopédico, para que se nos baje el hipérbaton.

Paso a explicar al cometrapo analfabruto de la masa en qué consisten estas figuritas que no se recortan de las revistas. Tomemos, por ejemplo, la metonimia, que suena a medicina para el asma, pero que es la simpleza de dar a un objeto un nombre por otro, en función de su causa o efecto. Así tenemos que, si escribimos "Año del esfuerzo decisivo", significa, bastante emburujado, eso sí, que estamos en la tea incendiaria, y que todo va a resultar una bazofia; que no hay ni dónde amarrar la chiva. Ya lo de "socialismo o muerte" no es una simple metonimia, sino un método más nimio, que ya no se traga nadie, y en resumen, una atroz redundancia.

Una anáfora es, por su parte, no sólo la vasija griega donde se guardaban el agua y el vino, sino, en su justo y poético uso, una repetición de palabras o frases en el inicio de un verso. Una de las más conocidas y machacadas es aquella que dice "esta tierra, este mar, este cielo, los defenderemos al precio que sea necesario", que repite el mismo concepto, cielo-mar-tierra, es decir, "el gobierno de ellos mismos, que son los mismos de siempre, dueños de las tres cosas".

1. Inicio
2. Claro que al sonar...
3. Por ejemplo...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a Osvaldo Farrés
RFL, Barcelona
Complejo adánico
LUIS MARTíNEZ, Nueva Jersey
Historia de un Panda
Carta a José María Heredia (I)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Carta a Papá Noel
RFL, Barcelona
Carta a Rafael María de Mendive
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir