www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
Parte 1/4
 
Carta a Rafael María de Mendive
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Poético maestro y amparador Rafael María de Mendive y Daumy:

Imagino su sorpresa, aquella mañana de inicios del curso escolar de 1865, en la Escuela Superior Municipal de Varones, en Prado 88, cuando entró al aula y vio, que en los recios pupitres de caoba, le habían matriculado a un apóstol. Yo mismo lo pienso y se me enciende la caoba, me erizo y deslumbro con la idea, y me obligo a ponerme, para no enceguecerme, los espejuelos caobares.

Mendive

Es tremendo que, sin aviso previo, le suenen a uno un discípulo de esa talla en el aula, aunque no haya hembritas de doradas trenzas, ni azabaches colas de caballo para suavizar la cosa y entretener a los masculinitos del recinto vitier dando vititi.

Eso no se le hace a un poeta como usted, que venía de viajar por el mundo, y hasta de publicar un par de poemarios en París, que es difícil cantidad. Al menos si se le hubiera acercado el director del plantel y con mucho respeto —que eso era importante en su época— y le hubiese dicho: "Mire usted, Don Rafael María, se ha inscrito un apóstol en nuestro centro y he considerado ponerlo en su aula, para que su sensibilidad y verbo inflamado le guíe y proteja, a la vez que encamine. Sólo su capacidad hará de esa lumbrera un hombre de provecho, capaz de morir de cara al sol y no en la sombra repugnante de los túneles populares o en las casas de visita del partido. Confío en sus buenas artes, amigo mío, que ser maestro es hacerse creador. En sus manos está el destino de ese infante de tantas entradas, que huye del rizado mar hacia el arroyo de la sierra, porque no nada nada. Con su verbo ensanchará sus horizontes mentales, ya que vive más estrecho que albóndigas en lata, allí en su casita de la calle Paula".

Pero no pudo ser, porque usted mismo era el director de aquel horno de patriotismos, y practicaba el multioficio desdoblándose como profe, mentor, guía espiritual, administrativo, bedel, portero, jefe de cátedra y ampaya de tercera.

Claro que en la actualidad habría sido distinto, al menos mucho más crudo y sin tantas consideraciones o respeto. En primer lugar, porque escasean los apóstoles, que no se fabrican de plástico en Taiwán, ni se dan en cualquier cantero. Y segundo, porque ya el discurso vendría menos cargado de distancia y sublimación, y se lo dispararían a boca de jarro como simple orientación de arriba, que es la forma criollo-socialista de apearle un muerto a alguien, posarle una tiñosa al distraído o instalarle un asiático a sus espaldas, en fin, lo que cualquier poeta homérico calificaría como soltar una podrida.

La imagen sería terrible, con el director animoso, joven, hermosamente irresponsable, pasándole la brocha con baba de buey, embreándolo emblemático y nada flemático, saliendo y entrando a reuniones diversas, con más plumas que un apache, siboneyista nacional de nuevo cuño, con un cocuyo en la mano y un gran tabaco en la boca. Un tipo jovial y confianzudo que le soltaría algo como: "Rafa, te ubiqué a un chama que es una bomba. Contrólalo y amárramelo cortico, que cuando abre la pila se inunda el edificio, mi hermano. Ese fiñe es ají guaguao. En el primer brinco me lo tiras pa'cá, que lo empapelo".

O tal vez más distante, dictatorial, aséptico, verborreico, doctoral, inodoro, oratorio e instancioso: "Mira, Mendive, el Municipio nos ha mandado un casito ahí bastante problemático. Nos han metido un yeyo tremendo, pero el Municipio es así con los casos de conducta. Te eché el muerto a ti porque tú tienes mano para eso. Ese muchachito está traumatizado, tiene fijación con la sombra de un ala y contar no sé qué cuento en flor; y también con entrarle al mundo por la puerta principal, seguramente sin pase y burlando al CVP, así que dámele tratamiento, un poco de tenteallá, y no le pierdas la pista ni a la hora de la guachipupa.

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