www.cubaencuentro.com Jueves, 29 de enero de 2004

 
  Parte 1/3
 
Venezuela, una tragedia cubana
Alza de la pobreza, medio millón de emigrantes y corrupción desenfrenada: La herencia revolucionaria de Hugo Chávez.
por BENIGNO NIETO, Caracas
 

Caracas es una olla de presión. La intimidación y la rabia se reflejan en los rostros. La fecha para "El Reafirmazo" —en la ruta al revocatorio presidencial— se acerca inexorablemente, y la tensión aumenta. "Los que firmen contra Chávez estarán firmando contra la Patria", amenaza el bolivariano en jefe. Chávez teme que las firmas reflejen un rechazo abrumador en su contra, y ha emprendido una ofensiva implacable de amenazas y chantajes. En los barrios ofrecen préstamos, pero a cambio de inscribirse en los Círculos Bolivarianos y acudir a los desfiles. "Nos estaba matando de hambre, y ahora nos quiere comprar", explicaba un trabajador humilde. "Me pidieron dos fotos para inscribirme. Les dije que no, que muchas gracias".

Libertad de expresión
Libertad de expresión en Venezuela, reclamo en las calles.

Hace unos días, en televisión, Chávez exhibió en alto su Constitución bolivariana y advirtió: "Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada", parodia de un viejo lema de su maestro Castro. Vivir en Venezuela es un viaje al pasado, un replay de la Cuba de 1961, pero sin la mística. La omnipresencia de Chávez en la televisión es agobiante. Interrumpió la Serie Mundial de Béisbol para, en una cadena nacional, explicar con gráficos los éxitos de sus planes Barrio Adentro, Robinson y Sucre.

En el Fuerte Tiuna, donde juramentó a 15 mil nuevos reclutas, aprovechó para arengarlos: "En el supuesto negado de que volvieran, habrá guerra". El presidente proyecta incorporar 65.000 soldados adicionales. Esto demuestra que el despido de oficiales, hace cuatro meses —con el pretexto de economizar—, fue simplemente una purga.

Ahora recluta un enorme ejército, cuya lealtad compra con prebendas: "Su activación será reforzada —dijo— con créditos a familiares, para la creación de microempresas, para mejorar sus condiciones de vida". La razón de ese nuevo ejército la reveló cuando, apretando las ranuras belicosas de sus ojos, proclamó que "todavía quedan cadáveres insepultos dando vueltas… Por el honor de la Patria, ellos no volverán".

A Chávez lo subestiman, afirman los periodistas Fausto Masó y Jorge Olavarría. Ellos lo consideran un político audaz y astuto. Cierto que, con sus discursos erráticos y citas cantinflescas (mezcla a Julio Verne con Aristóteles), se ha ganado el desprecio de los intelectuales. Sin embargo, Chávez trasmite la pasión y ha conquistado partidarios fanatizados. Sus arengas de tropero contra los oligarcas y el imperialismo van dirigidas a las masas humilladas y depauperadas, un terreno fértil para el odio social.

Tocan también la fibra izquierdista y nacionalista de una generación decepcionada, que todavía rinde culto al Che Guevara ("el killer fotogénico", lo bautizó Díaz de Villena). La muerte del Che en Bolivia la conmemoró Chávez, por todo lo alto, para rejuvenecer la mística revolucionaria de los sesenta. Era oportuno conmemorarla, ahora que financia a un nuevo aliado socialista: el cocalero boliviano Evo Morales.

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