www.cubaencuentro.com Jueves, 29 de enero de 2004

 
  Parte 1/2
 
Bush y Blair: unidad de contrarios
El presidente norteamericano y el premier británico están embarcados en una embarazosa reconstrucción de Irak, en la que ambos se juegan sus carreras políticas.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Al clausurar la Feria Internacional del Libro de Miami, Mario Vargas Llosa justificó la guerra que se lleva a cabo en Irak. El novelista aclaró que tras su rechazo a la intervención armada, la realidad que vio en el país árabe lo llevó a cambiar de punto de vista. Reconoció que las pruebas esgrimidas para iniciar el conflicto no han podido ser verificadas. Dudó incluso que se lleguen a encontrar armas de exterminio masivo. Pero enfatizó que derrocar a Sadam Husein bien valía una guerra. Esta racionalización tardía del conflicto es consecuente con su ideario liberal. Sirve también para explicar el apoyo inflexible del premier inglés Tony Blair al presidente norteamericano George W. Bush, y como una ilustración —una vez más— de las ironías de la historia.

Blair y Bush
Blair, Bush. Futuro incierto.

Irak no es Kosovo y las dictaduras de Husein y Milosevic difieren en duración, número de víctimas y geopolítica, por encima de la opresión y daño que ambos tiranos causaron. Pero vale la pena analizar de nuevo las circunstancias que llevaron a la alianza singular entre un norteamericano aislacionista y un inglés internacionalista.

El presidente Bush y el primer ministro británico Blair están comprometidos en un esfuerzo conjunto por la reconstrucción de Irak. Pero llegaron a esta situación por caminos disímiles —más bien opuestos— y ahora ambos se juegan sus respectivas carreras políticas. En Blair hay una trayectoria consecuente. En Bush, un cambio ocurrido tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. El conflicto de Kosovo es el punto de partida para entender donde difieren los objetivos de ambos mandatarios, que ahora parecen perseguir fines comunes.

Fue el ex presidente Bill Clinton quien declaró que las fuerzas norteamericanas debían ser utilizadas como pacificadoras y en crisis humanitarias, como las ocurridas en Somalia, Haití y Bosnia. Ahora es Bush quien ha retomado la "Doctrina Clinton", pero la utiliza al modo de una justificación a mano, ante el fracaso en el hallazgo de armas de exterminio masivo en Irak y el hecho de que la caída de Husein no ha disminuido la amenaza terrorista.

Clinton fue un hipócrita, renuente siempre a recurrir al empleo de tropas norteamericanas en conflictos mundiales. Bush es un mentiroso, que apela a cualquier argumento para salir del paso y mantener su agenda. Poco añade decir que son un par de demagogos. Fue Blair quien presionó a Clinton en favor de una invasión si Milosevic no cedía en el caso de Kosovo. Irónicamente, en aquellos años el general Wesley Clark se destacó como el principal promotor del uso de la fuerza para doblegar al dictador serbio. Kosovo fue también el ejemplo de Bush, durante su campaña presidencial, para declarar que este país no iba a actuar de gendarme mundial. Que hoy Clark sea aspirante a la nominación presidencial demócrata —un aspirante no sólo apoyado, sino "fabricado" por Clinton— sólo ejemplifica el temor del ala centrista del Partido Demócrata ante Howard Dean.

Bush representa las ideas de lo que se denomina el ala más conservadora del Partido Republicano. Su conservadurismo, sin embargo, se limita a ciertos aspectos ideológicos: el rechazo al aborto, un mayor apoyo económico y político a las sectas religiosas protestantes; un énfasis en permitir la intromisión del fundamentalismo cristiano en aspectos relacionados con la educación, la salud y la investigación científica; el otorgamiento del mayor número posible de concesiones a las grandes corporaciones y el aumento de los beneficios a los poderosos.

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