www.cubaencuentro.com Jueves, 29 de enero de 2004

 
   
 
De espaldas al futuro
Sin Cuba, el ALCA se encamina hacia acuerdos mínimos 'a la carta' para la integración económica continental.
por MIGUEL RIVERO, Lisboa
 

Probablemente con el rostro ceñudo y lanzando alguna que otra diatriba, Fidel Castro observó desde su "fortaleza sitiada" que el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) avanza a pasos cortos, pero al parecer seguros, hacia el objetivo de crear uno de los mayores mercados en el mundo. Y, para colmo, tuvo que leer los cables sobre el asunto fechados en Miami.

ALCA
Robert Zoellick (EE UU), Celso Amorim (Brasil).

Para Castro tiene que haber resultado un trago amargo el hecho de que la última reunión de ministros de los 34 países de América (con la única excepción de Cuba) estuvo presidida y animada por los representantes de Brasil y de Estados Unidos.

Definitivamente, el pragmático presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se ha decidido a negociar, mientras su dogmático amigo de La Habana se dedica a lanzar improperios contra el ALCA. Lo que la prensa oficialista cubana destacó durante la reunión de Miami fueron las manifestaciones y protestas.

La reunión de los ministros del ALCA terminó el pasado 20 de noviembre y la Declaración Final señala que será un tratado flexible y equilibrado, donde los países podrán asumir distintos niveles de compromiso. El ALCA, según el documento final aprobado, seguirá teniendo como objetivos reforzar la democracia y crear prosperidad, y reitera la necesidad de respetar los valores y la diversidad cultural.

Según el texto, los países miembros del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) "intentaremos desarrollar obligaciones y derechos comunes y equilibrados aplicables a todos los países".

La Declaración, firmada por 34 países del continente americano —excepto Cuba—, sólo pone una fecha límite (septiembre de 2004) para llegar a un acuerdo en el tema de acceso a mercados. Sin duda alguna, esos conceptos para reforzar la democracia y crear prosperidad resultan totalmente ajenos al régimen cubano, mientras Castro se refocila en su aislacionismo.

La Declaración de Miami es flexible y deja abierta las posibilidades a acuerdos bilaterales o multilaterales entre las 34 naciones que buscan crear el mayor mercado libre del mundo, con unos 800 millones de personas y un PIB conjunto de 14 billones de dólares.

El acuerdo especifica que a partir de "un conjunto común y equilibrado de derechos y obligaciones aplicables a todos los países", cada nación podrá "elegir, dentro del ALCA, acordar beneficios y obligaciones adicionales" con otras.

Esto difiere del objetivo ambicioso planteado por Estados Unidos, por primera vez en 1994, en la I Cumbre de las Américas: derribar todas las barreras arancelarias y crear una zona de libre cambio en todo el continente, desde Alaska hasta Tierra del Fuego.

Sin embargo, dicen sus defensores, en Miami se logró un acuerdo pragmático que permitirá, en un año, implementar el ALCA y solucionar todos sus temas conflictivos, incluidos los más espinosos, como subsidios agrícolas y propiedad intelectual.

En realidad, lo que más debe haber molestado a Castro y a su discípulo, el venezolano Hugo Chávez, es que las negociaciones previas a la reunión de Miami fueron en Washington, el pasado 9 de noviembre. Venezuela no fue invitada a este conclave, lo que no resulta extraño, si se toma en cuenta que Chávez ha tratado de torpedear sistemáticamente el proceso americano de integración.

En vísperas de su viaje a la Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz (Bolivia), Chávez tildó de "asesina" la manera en que el ALCA está planteado e insistió en que mientras se maneje de esa forma a Venezuela "no le interesa".

Para mayor desasosiego de Castro, en la reunión previa de Washington, participaron, además de Estados Unidos y Brasil, Argentina, Canadá, México, El Salvador, Costa Rica, Jamaica, Trinidad y Tobago, Colombia, Perú, Chile, Panamá, República Dominicana y Uruguay.

En buen romance, ello significa que también el presidente argentino, Néstor Kirchner, adopta una postura pragmática en las negociaciones de este programa estratégico para la región, a pesar de que siga haciendo algunos guiños de ojos al gobernante cubano.

Hace más de 50 años, después del asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro se exculpó con la famosa frase de "La historia me absolverá". Ante las posiciones intransigentes en todo lo que se refiere a la integración económica en diversos bloques de América Latina, debido fundamentalmente a que el régimen cubano no cumple con los requisitos mínimos que se exigen para representar a un país en un foro donde se respeten la democracia y los derechos humanos, resulta difícil asegurar que la historia perdonará este craso error de Castro, de incalculables consecuencias para el futuro de Cuba.

A pesar del pataleo de La Habana, el ALCA sigue avanzando. Un episodio más en este largo proceso. Lo terrible es que serán las futuras generaciones las que pagarán un alto precio por tanto empecinamiento aislacionista del Comandante en Jefe.

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