Cuenta la historia de que en el "Código Ruso" de la emperatriz Catalina II se estipulaba, en sus primeras páginas, que Rusia era un país demasiado grande como para ser gobernado por más de una persona. Compartir el poder podría ser peligroso para la unidad del Estado.

Putin: ¿una vuelta a la era soviética?

Vladimir Putin parece que aprendió bien las lecciones de historia y en las pasadas elecciones legislativas decidió dar un paso decisivo para garantizar las riendas del poder. No hay dudas de que Putin ha intentado devolver al pueblo ruso su orgullo nacional, esa sensación de que es parte integral de un Estado poderoso, que cuenta en la arena internacional.

Es que los comicios parlamentarios del pasado 7 de diciembre, con la victoria arrolladora del oficialismo, abrieron una nueva era política en Rusia.

La victoria de Rusia Unida, el partido del presidente ruso, le ha dado al Kremlin una mayoría absoluta en la Duma o cámara de diputados, que fácilmente puede extenderse a una constitucional, es decir, de dos tercios, con el concurso de las fuerzas afines.

De los otros tres partidos que accedieron a la Duma, sólo los comunistas, con 53 escaños de 450, han declarado su carácter opositor: el ultranacionalista Partido Liberal Democrático y el bloque nacionalista de izquierda Rodina (Patria) ya han anunciado que colaborarán con el Kremlin.

Además, muchos de los 60 candidatos independientes se alinearán con el partido del poder, por lo que Putin podría tener, siempre que lo necesite, el mínimo de 300 votos para reformar la Constitución.

Si el virus del nacionalismo se apodera del círculo de poder del Kremlin, no es arriesgado predecir que se podrán vivir, en un futuro no lejano, días de angustia para aquellos que deseaban que Rusia siguiese un camino de respeto a los principios democráticos y a la libertad de expresión.

"Después de estas elecciones vivimos en una nueva Rusia", declaró Vladislav Surkov, jefe adjunto del Gabinete de la Presidencia y uno de los creadores e ideólogos del partido oficialista Rusia Unida.

Según Surkov, los resultados de las parlamentarias han puesto punto final a la antigua "construcción política basada en derechas e izquierdas".

No obstante, en el entorno de Putin no existe una ideología única monolítica: hay partidarios de revisar los resultados de las privatizaciones y de un nuevo reparto de la propiedad, con un papel preponderante del Estado; pero también hay reformistas liberales, que sostienen que ese camino llevará a Rusia a la ruina.

Pero, las formaciones políticas de los liberales fueron las grandes derrotadas en las elecciones: el partido Yábloko y la Unión de Fuerzas de Derechas (UFD), que ni siquiera alcanzaron el 5 por ciento de sufragios para obtener una representación parlamentaria.

"La Duma se parecerá mucho al Soviet Supremo de la época de Leonid Brézhnev", afirmó en declaraciones a la radio Eco de Moscú el líder de Yábloko, Grigori Yavlisnki, en alusión al papel decorativo que, a su juicio, tendrá el Parlamento ruso.

Putin no ha perdido tiempo y el pasado 10 de diciembre el Consejo de la Federación, o Cámara Alta de Rusia, convocó los comicios presidenciales para el próximo 14 de marzo, mientras los comunistas denunciaban un fraude en las elecciones legislativas.

Los miembros de la Cámara Alta aprobaron por unanimidad la fecha en la que cerca de 110 millones de rusos serán llamados a las urnas, con lo que prácticamente dieron comienzo a la campaña electoral para la presidencia.