La Unión Europea, ahora formada por 25 Estados, debe dotarse en los próximos años de una constitución para que se transforme de una entidad marcada por acuerdos en cuestiones comerciales y financieras en un verdadero actor internacional en terrenos como el de política exterior, e incluso el de la defensa.

Zapatero, presidente del gobierno español, pide el "Sí" para la Constitución Europea. (EL PAÍS)

Explicar al electorado lo que significa el nuevo Tratado Constitucional se convertirá en una tarea fundamental de los partidos políticos en los países donde se celebrará el referéndum para aprobar el texto. A los españoles les corresponderá la tarea histórica de ser los primeros en pronunciarse, ya que la consulta está prevista para el próximo 20 de febrero.

No será una tarea fácil la aprobación de la nueva Constitución Europea, principalmente por varios factores: el texto es farragoso y complicado, a veces se escuchan más las voces de los escépticos que las de aquellos que defienden el nuevo Tratado y, por otra parte, desgraciadamente se ha ido acentuando en varios países europeos la tendencia al abstencionismo, incluso cuando se trata de elecciones internas; así que resultará complicado movilizar al electorado para una consulta de este tipo.

Un reciente estudio de Eurobarómetro muestra que la tercera parte de los europeos no conoce el Tratado. En Chipre la cifra se eleva al 65 por ciento, en Grecia y el Reino Unido al 50, mientras que Holanda, Eslovaquia y Luxemburgo aparecen como los países donde mayor publicidad ha tenido el asunto.

Esta es la culminación del proceso que ha transformado el primitivo Tratado de Roma de 1957, "un texto economicista de apertura de mercados", en el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, rubricado en la capital italiana en 2004 y que disfruta ya de "una orientación política y social".

La nueva Constitución establece una serie de principios fundamentales, que incluso podrían servir de referencia para América Latina, continente que también busca caminos de unión en instancias regionales. Entre ellos, el respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y los derechos humanos.

Una sociedad caracterizada por el pluralismo, la ausencia de discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres.

Sólo los Estados que respetan estos valores pueden adherirse a la Unión Europea. Asimismo, pueden adoptarse medidas contra los miembros que no lo hagan.

Los últimos serán los primeros…

Se da la paradoja de que España, que se incorporó tardíamente al proceso de construcción europea, será pionera a la hora de pronunciarse sobre la carta constitucional. El resultado, sin duda, marcará tendencia. Aquella Europa en la que ingresó el país, en 1986, había nacido con la voluntad de superar la fractura de las dos guerras europeas de la primera mitad del siglo XX y de apostar por la construcción pacífica de un espacio de libertad política, crecimiento económico y progreso social. Ahora, con la ampliación al Este, culminó en cierta medida el camino abierto en 1957 con el Tratado de Roma.