A la mesa de negociaciones entre los países andinos y la administración norteamericana sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC), parece habérsele aflojado una pata. Está clarísimo que Estados Unidos no tiene mucho que perder desde su jurisdicción económicamente sólida, lo cual, para muchos analistas pendientes de los destinos latinoamericanos, despierta suspicacias. La primera pregunta sería si estos temores son infundados, o si en realidad responden a una muy justa defensa de los intereses de ciertos sectores maltrechos de las economías de Sudamérica.

Protestas en Centroamérica contra el TLC con Estados Unidos.

Hoy por hoy, el caso peruano representa un curioso ejemplo de que las palmaditas de hombros entre el gobierno de Alejandro Toledo y la férrea administración Bush, no han sido suficientes para paliar asperezas comerciales. El lento avance de las rondas obligará a que las negociaciones para un tratado de libre comercio con Estados Unidos se prolonguen hasta mayo o junio, según afirmó el ministro peruano de Comercio Exterior, Alfredo Ferrero. Colombia y Ecuador cedieron en el tema de patentes. Perú no acepta aún. ¿Acaso los países andinos no saben lo que les conviene? ¿O se barajan bajo la manga intereses transnacionales cuyos perjuicios podrán ser un peor remedio que la enfermedad económica sudamericana?

Históricamente las posiciones oscilan entre el entusiasmo y el escepticismo. Chile parece haber sido favorecido desde hace varios años, el caso de México habla en otra dirección, no tan optimista. El lanzamiento oficial del TLC entre Centroamérica y Estados Unidos se llevó a cabo el 8 de enero de 2003 en Washington DC. Al respecto, se ha señalado que para los países centroamericanos el impacto ha sido positivo en la generación de turismo, y las oportunidades que una relación más estrecha con un socio comercial de la magnitud de EE UU puede brindar en distintos ámbitos, más la posibilidad de continuar propiciando la transformación de sectores productivos nacionales. A esto se unen las oportunidades de exportación con preferencias arancelarias al mercado más grande del mundo.

En el caso colombiano, la inconformidad cunde entre los empresarios, los arroceros protestan, los algodoneros presagian una debacle, los palmeros desconfían, los productores de medicamentos y agroquímicos genéricos levantan la voz al filtrarse el borrador de la propuesta norteamericana en el tema de propiedad intelectual, que aspira a "quedarse con todo". La población mira con desconfianza el tratado.