www.cubaencuentro.com Viernes, 08 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Entre esperanzas y frustraciones
La desaparición física de Arafat y el proceso de paz en el Medio Oriente. Efectos y lecciones.
por MIGUEL RIVERO, Lisboa
 

Surgen ocasiones en la historia contemporánea en las cuales la desaparición física de un líder histórico o carismático, a veces mesiánico, facilita el proceso de paz en una región o país, conturbado por largos años de guerra. En los días recientes, se aprecia el efecto benéfico que trajo para el proceso de paz en el Medio Oriente la muerte de Yasser Arafat.

Medio Oriente
Medio Oriente: ¿pasando página tras la muerte del 'caudillo'?

Hay otros ejemplos, como cuando fue abatido en un combate Jonas Savimbi en las selvas de Angola. El movimiento UNITA, que dirigió durante décadas, se ha convertido en un partido político y cesaron los combates en ese país africano.

En España, la muerte del "caudillo", Francisco Franco, trajo la transición democrática. En Portugal, la desaparición física de Antonio de Oliveira Salazar abrió las perspectivas para la "Revolución de los Claveles". Por cierto, que ante las condenas internacionales a su dictadura, Salazar repetía la consigna de que Portugal estaba "orgullosamente solitario".

En el Medio Oriente, después de cuatro años y medio y más de 4.500 muertos, palestinos e israelíes declararon solemnemente el fin de la Intifada, en el idílico escenario de Sharm El Sheik, que conoció tantas cumbres e ilusiones y decepciones. Esta vez, el péndulo palestino-israelí, que oscila permanentemente entre la esperanza y la frustración, se detiene en la banda de la promesa.

La última vez que un primer ministro israelí, Ehud Barak, y un presidente palestino, Yasser Arafat, se encontraron en el Mar Rojo fue en octubre del año 2000. El compromiso de ambas partes de poner fin a la violencia y reanudar el proceso de paz cayó en el olvido en pocas horas, aun antes de que sus protagonistas regresaran a sus respectivas capitales, y la violencia se reanudó incluso con mayor saña que antes.

Esta vez, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, y el presidente palestino, Mahmud Abbas (Abu Mazen), con Hosni Mubarak y Abdullah II como testigos y padrinos, en una atmósfera conciliatoria, se comprometieron a un cese del fuego recíproco y al retorno de las fuerzas militares israelíes a las posiciones que ocupaban el 28 de septiembre de 2000, cuando estalló la Intifada.

'Hechos y no palabras'

En Sharm El Sheik, el primer ministro israelí Ariel Sharon afirmó que "2005 es el año de la gran oportunidad para israelíes, palestinos y todos los pueblos árabes". Señaló que "es una oportunidad frágil porque aún hay sectores que desean volver al baño de sangre, pero no debemos permitir que la violencia triunfe". Tras subrayar que él ha decidido desconectarse de la sangre y de la violencia de los últimos años, el primer ministro israelí pidió a los palestinos "hechos y no palabras" en la lucha contra los grupos radicales y se dirigió directamente a los ciudadanos palestinos para asegurarles que respeta su honor y su deseo de independencia.

"Hay que progresar rápidamente y con determinación, de acuerdo a las necesidades del pueblo palestino", afirmó Sharon. Según el líder israelí, la cumbre "será recordada como el día en el que el proceso de paz se ha reanudado para obtener el objetivo de una vida en paz, con honor y tranquilidad para todos los pueblos de Oriente Medio".

No será una tarea fácil, porque en las filas de ambas partes hay elementos extremistas que se nutren de la confrontación armada. De la parte de los palestinos, bastaría que algún que otro suicida decida no acatar el cese del fuego y se lance con una carga explosiva en un transporte público, o en un café o restaurante, para provocar nuevas represalias del ejercito israelí.

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