www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/5
 
Las repúblicas del Báltico
Una historia de las transiciones: Nacionalismo, independencia y reformas en Estonia, Lituania y Letonia.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

De alguna manera, se había corrido la voz de que eran permisibles las manifestaciones, y en 1988 se desataron las demostraciones populares contra el régimen comunista. Los sucesos del Báltico influyeron en el resto de las repúblicas soviéticas, que comenzaron a demandar concesiones similares, lo cual llevó, al final, a las declaraciones de soberanías económicas y políticas y, poco después, a la independencia política.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia
Del totalitarismo a la sociedad civil
La destrucción creativa
Las recetas económicas
Economía de mercado, inflación y renta
Las sendas de la privatización
Familia de naciones
¿Valores de sangre?
El Estado democrático
Caída y lastre de un imperio
La Europa Central

Por una parte, la renuencia moscovita a los pedidos autonómicos bálticos respondía a que cualquier programa exitoso de revitalización económica tendría que descansar grandemente en esa franja. Por otra, en estas repúblicas las estructuras de poder de la ex Unión Soviética sostuvieron una innegable tolerancia en lo que atañe a los cambios liberalizadores. Como primer punto, las tres repúblicas aunaron esfuerzos para convertirse en una zona económica especial en la década de los años noventa, aprovechando los resquicios que les brindaba la perestroika.

Gorbachev visitaría frecuentemente estas áreas para lograr ciertos compromisos. Aunque tuvieron lugar incuestionables choques con unidades soviéticas, sobre todo a fines de 1989, los opositores en Estonia, Letonia y Lituania trataron de evitar cualquier incidente que provocase a las tropas rusas y desencadenara una represión que resultaría contraproducente para sus fines.

Tolerancia ante lo evidente

Desde la segunda mitad del decenio de los ochenta se venía produciendo un auge de los grupos nacionalistas bálticos, entre los que estaban presentes elementos reformistas de los partidos comunistas republicanos. Estas corrientes políticas se fortalecieron en los procesos electorales de cada república por separado, aunque se celebraron ciertas consultas electorales para los cargos federales en la Unión Soviética. Las demandas planteadas por las elites —a menudo plasmadas en "leyes de soberanía" y tramitadas a través de la organización de referendos— no fueron objeto de atención por parte de Moscú, aunque tampoco se ignoraron manifiestamente.

La ambivalencia de Gorbachev ante la presión de los países bálticos quedó reflejada en las ambigüedades legales y en los vaivenes que plagaban el Tratado de la Unión. Las constantes rectificaciones que Moscú hizo al texto, buscaban establecer las reglas del juego entre el "centro federal" y las diferentes repúblicas y regiones, pero no resolvieron la confrontación. Si el texto presentado en el otoño de 1990 era poco flexible con las repúblicas, el posterior, de la primavera de 1991, estaba imbuido de una mayor voluntad para atender las demandas de las repúblicas, sin que ello se tradujese en una merma del control central ruso.

La reapertura de la negociación entre el centro soviético y su periferia fue en su momento una de las causas aducidas para explicar por qué se produjo el fallido golpe de Estado de Moscú, en agosto de 1991. Este fiasco aceleró de manera notoria el proceso que determinó a finales de ese mes la independencia de Estonia, Letonia y Lituania, mientras la república rusa adquiría con Yeltsin un creciente protagonismo que se plasmaba en el control de sus finanzas, en detrimento de la URSS.

La aparición entre 1989 y 1991 de instituciones semidemocráticas en los Estados del Báltico no fue el saldo de una negociación entre las élites rectoras del Estado central, con sus representaciones en las repúblicas, y los movimientos de oposición emergentes, notoriamente nacionalistas. Más bien fue la resultante de una situación de general tolerancia de la nomenclatura del Kremlin ante los pasos prácticos que acometían los apparatchik de las repúblicas. A partir de un escenario en el que obraron decisivamente los éxitos electorales de las fuerzas nacionalistas, así como la asunción, por parte de los reformistas de los partidos comunistas locales, de discursos más o menos próximos a los postulados de los nacionalistas.

Los partidos comunistas de Estonia y Latvia se movieron en favor de la autonomía local, y el pueblo conmemoró la tradicional independencia de su país de la Rusia zarista. Letonia exhibió un entorno algo distinto, pues la colaboración entre el partido y los movimientos de masas nacionales, agrupados en el Frente Popular, no era tan estrecha. Las reformas despojaron de su garantizado monopolio del poder a los otrora sagrados personajes del comunismo, y en el mejor de los casos, tuvieron que compartir el poder.

1. Inicio
2. De alguna manera...
3. La agenda de la...
4. Por lo que...
5. Aunque el Báltico...
   
 
RegresarEnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
La opción Uribe
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Dominios y rivalidades
JUAN F. BENEMELIS, Miami
Operación Morales
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Guatemala: Rayos de esperanza en medio de la violencia
MARIFELI PéREZ-STABLE, Washington
Iberoamérica en Salamanca
MICHEL SUáREZ, Madrid
Sin ira y con paciencia
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir