www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 2/4
 
El Islam: tribu y plutocracia
No hay una nación islámica, o árabe, como no hay una cristiana: Los orígenes del tribalismo y su influencia en la política del Medio Oriente.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Pese a que los egipcios han sido históricamente sedentarios y pasivos, la carencia de recursos y el incremento poblacional —sin considerar los posibles cambios climáticos—, con sus necesidades desmedidas, eventualmente pueden desatar un caos político a escalas bíblicas. El Nilo es compartido con Etiopía (Nilo Azul) y el Sudán (Nilo Blanco), y esta disputa puede ser la causal de la próxima contienda bélica regional, pues las necesidades de agua potable e agroindustrial en esos tres países son superiores a lo que el río puede proveer (Kaplan, R, 1996, 98). Las posibilidades de que el Estado egipcio controle su medio ambiente sin profundizar su despotismo son dudosas. Las limitantes geo-económicas egipcias (sobrepoblación, menos agua y tierra agrícola, envenenamiento ambiental) seguirán induciendo regímenes pretorianos y sociedades de conflictos internos crónicos. Con una práctica milenaria despótica y de pobreza y en tal entorno, la democracia sólo puede traer el caos. ¿De qué manera puede imponer su responsabilidad territorial sobre Libia, evitar la disolución del Sudán (norte islámico y sur cristiano) y obtener la parte del león de las aguas del Nilo?

Por eso no es posible aprehender la profunda huella del tribalismo en el comportamiento político del actual Medio Oriente de no analizarse tal fenómeno desde sus orígenes más puros, con el nomadismo beduino. Una sociedad arcaica donde cada tribu asume la ley natural de sobrevivir a expensas del más débil, donde no existen mediadores externos o gobiernos que apliquen la ley, y donde el perjudicado se erige en juez y en ejecutor, y se define por este viejo proverbio árabe: "Yo y mi hermano contra mi primo; yo, mi hermano y mi primo contra el vecino; yo, mi hermano, mi primo y mi vecino contra el forastero" (Friedman, 1990, 88).

La primera razón por la cual abundan tales conflictos de corte tribal es porque numerosos pueblos de esta región —incluyendo a los judíos de Israel— aún no han roto plenamente con sus identidades primordiales, pese a que habiten en lo que huecamente pueden considerarse naciones-estados modernas. Estas recién creadas entidades en muchos sentidos aún son abstracciones, y por eso sus regentes prescriben con serenidad la matanza de pueblos residentes dentro de sus fronteras, por la sencilla razón de no considerarlos partes de su comunidad, sino adeptos de una tribu foránea.

Los clanes, sectas, vecindades, ciudades y regiones en pugnas constantes no podían encontrar una fórmula para balancear su intimidad y cohesión tribal-grupal, dentro de los marcos y requerimientos de un estado-nación que requería actuar con estatutos neutrales y valores que tendrían que ser acatados por todos. Los clanes —estilo mafia— ayudados por la tecnología y el Estado moderno estilo europeo, han ejercido un control central brutal. La multiplicidad de pueblos del área simplemente complicaba el que se alcanzara un margen de conformidad necesario para ese prototipo de política. Anómalo era el clan o secta que de forma espontánea se subordinaba a otra, e inconcebible aún el poblado o ciudad que voluntariamente cedía al control de otra región, o viceversa.

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