www.cubaencuentro.com Lunes, 30 de junio de 2003

 
  Parte 1/2
 
Balsa de guitarra y bongó
La 'deserción' de músicos y artistas vuelve a ocupar el escenario nacional. De telón de fondo, la oleada represiva.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

La oleada de deserciones de artistas cubanos ha regresado a las noticias del día. El más reciente varapalo: el anuncio del cantante y compositor Carlos Manuel Pruneda, líder de la banda Clan. Conocido como El malo de la salsa —por aquella canción que popularizara en el año 2001 (Malo cantidad)—, Carlos Manuel era, hasta la hora de su anuncio, el músico juvenil más popular de la Isla. Protagonista de multitudinarios conciertos, organizados en todo el país por la Unión de Jóvenes Comunistas o la Federación de
Carlos M. Pruneda
Músico Carlos Manuel Pruneda.
Estudiantes Universitarios, ha dicho a El Nuevo Herald que "no quiero regresar a Cuba, porque allí me siento frenado, hastiado, cansado de ver que cómo se atrasaba mi carrera". Indicó, además, que los últimos acontecimientos represivos en Cuba, como el fusilamiento de tres jóvenes, influyeron en su decisión.

Unas semanas antes tomaba el camino del exilio el guitarrista y compositor Rey Guerra. También dijo al diario miamense que en Cuba "se ha cerrado el espacio de relativa tolerancia" que favoreció al sector artístico en los años 90. Para Guerra, "la tendencia predominante es usar el movimiento cultural a favor de la proyección política del país, y los creadores han caído en una inercia total, porque no ven otra opción de supervivencia".

Luego de una brevísima "moratoria", las huidas artísticas se reanudan. Tras superar el tramo más grave de la crisis económica de los años 90, el Gobierno de la Isla había implementado una serie de medidas preventivas, orientadas al mejoramiento de las condiciones de vida del sector. En uno de sus encuentros con los afiliados de la UNEAC, Castro afirmó enterarse en ese momento de que ya en la Orquesta Sinfónica Nacional no había instrumentistas del ex campo socialista, y lo peor, que la agrupación la componían jóvenes recién egresados de las escuelas de arte, pues la principal sinfónica cubana era casi una agencia internacional de viajes.

De un solo plumazo el Comandante triplicó lo salarios de los músicos sinfónicos de todo el país. Como parte de la misma estrategia contentiva aprobó la erogación de complementos salariales en divisas para un reducido círculo de intelectuales considerados de "primer nivel". Casi todo el espectro artístico, susceptible a fugas de negativo coste publicitario para el régimen, se benefició de los estímulos en billetes verdes: entre 100 y 300 dólares mensuales componían el pago. Aparentemente, la situación quedaba controlada.

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