¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?

No sé exactamente. Pero puede que sean más de dos mil volúmenes. Es difícil tener una verdadera biblioteca para alguien como yo, que cambia constantemente de casa y ciudad. No por deseo, sino por imperativos económicos. Digamos que en los últimos cinco años he tenido cierta comodidad, por lo que me he podido dedicar a hacerme una biblioteca a mi gusto. Cuando me fui de Holguín a La Habana quedó allí una colección de libros valiosos que heredé de amigos de la familia. Cuando abandoné Cuba clandestinamente, también quedaron en La Habana los libros que tenía, entre ellos la colección completa de las obras de los escritores y poetas del Grupo Orígenes. Quedaron allá y no sé a dónde fueron a parar.

¿Cómo los tienes organizados: por autor, por tema o indiscriminadamente?

Estudié técnico en bibliotecología. Por ello los tengo ordenados por países o regiones, luego por géneros y, por último, por la indicación del apellido del autor.

¿Qué criterio sigues para comprar libros: un criterio racional o te dejas llevar por el impulso?

Escribo una columna sobre creadores y artistas famosos de España y las editoriales me bombardean con sus novedades. Por otra parte, ya hay ciertos autores que me acompañan siempre. Los clásicos españoles y algunos autores que poco se conocen, pero que he tenido la oportunidad de que alguien con gusto me los recomendara.

¿Qué haces para controlar la superpoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?

De vez en cuando no me queda más remedio que hacer una selección. Los dono a una biblioteca alternativa de Lavapiés, en Madrid.

¿Cuál es el ejemplar más valioso de tu biblioteca?

Tengo ediciones publicadas por Manuel Altolaguirre en su editorial La Verónica, de La Habana. Pero los que quiero más son las ediciones príncipes de la Condesa de Merlín, un regalo que me hizo Dulce María Loynaz.