www.cubaencuentro.com Lunes, 30 de junio de 2003

 
Parte 1/2
 
El bolígrafo como varita mágica
En su libro más reciente, Luis Cabrera Delgado abandona los temas dramáticos de sus últimos textos y cuenta una historia refrescante y entretenida.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Tras finalizar ¿Dónde está la Princesa?, obra en la que trató un asunto tan dramático como el de la muerte, Luis Cabrera Delgado (1945) pensó que necesitaba abordar un tema un poco más refrescante y escribió Vino tinto y perejil, que se publicó en Cuba en el año 2000. Aquel libro ha sido recuperado por él en una versión revisada y ampliada que se ha editado como Maritrini quiere ser escritora (Alfaguara, Santiago de Chile, 2002).

Maritrini

Como adelanta el título, se trata de la historia de una niña, la susodicha Maritrini, que ha decidido ser escritora. Su prima Elena, que estudia en la universidad y es la única persona a quien se lo ha dicho, le sugirió que escribiese un libro para niños. Pero Maritrini, con muchísima pena, descartó la idea por considerar que no es la más acertada. Su argumento es muy juicioso: "¿Cuándo has oído hablar de un escritor de libros para niños que sea famoso? Bueno… los de antes, pero esos ya están muertos". Así que como las autoras más famosas publican libros de recetas de cocina (ahí tienen a la mexicana Laura Esquivel, cuya novela Como agua para chocolate se vendió como rosquillas, y a nuestra Zoe Valdés, que le copió ese recurso en Te di la vida entera: el comentario, aclaro, es mío, no de Maritrini), determinó que ella también iba a aceptar ese reto, aunque confiesa con sinceridad que no sabe qué pueden tener en común una buena novela y las distintas maneras de cocinar el pollo. Eso sí, las recetas que Maritrini va a emplear no son las de cualquier ama de casa, sino las de su abuela paterna. Es ésta una señora muy especial, que está divorciada, se tiñe el pelo de rubio rojizo, fuma cigarrillos, lee revistas de artistas, habla alto, gesticula mucho, se viste con grandes escotes y obliga a sus nietos a que la llamen "tía". En resumen, una abuela bien distinta a esas ancianitas bondadosas y buenas de las películas, que se dedican a tejer o a estar enfermas.

Lo primero que Maritrini necesita para empezar a escribir su novela es un cuaderno. Va a buscarlo a la destartalada y sucísima tienda del señor Pérez Gil, un hombre que según ella apesta a chivo. Y como esto exige una explicación, aquí les copio la que da la propia Maritrini: "Para apestar a chivo se debe usar un pantalón que nunca se haya lavado, una camiseta con manchas de mayonesa, sudor, salsa de tomate, aceite de bacalao y orines de mono". Pues eso. Como Maritrini no tenía con qué pagar el cuaderno, se vio obligada a decir una mentirilla: su mamá se lo pagaría ese mismo día por la tarde. El tal señor Pérez Gil era famoso por su usura, de modo que Maritrini se las ve y se las desea para tratar de conseguir la suma antes de que el comerciante vaya a ver a sus padres para reclamarle el pago del cuaderno que le adeuda su hija. Los apuros y peripecias que pasa la pobre chica constituyen el núcleo argumental de la novela de Cabrera Delgado, que cuenta, como es de rigor, muchas más cosas.

Están, en primer lugar, las recetas de la abuela, quiero decir, la "tía" de Maritrini. Aquí menciono algunas de las incluidas en el libro: revoltillo natural, bistec frito, rollitos de jamón, Korea's rice, puré de papa, sopa polaca... Lo interesante de casi todas no es el plato en sí, sino la forma de prepararlo y presentarlo. Para el revoltillo, por ejemplo, se toman los huevos, se lavan bien, se les abre un huequito en el cascarón y por ahí se les sacan la yema y la clara. Después se cocina el revoltillo, que no voy a explicar cómo se hace porque todo el mundo lo sabe, y con una cucharita de té se rellena con él los cascarones por el orificio abierto al principio. Luego, cuando los invitados rompan el cascarón y descubran lo que hay dentro, podemos poner la cara más inocente del mundo y decir como la "tía" de Maritrini: "La gallina lo puso así". La receta del Korea's rice aunque parezca que es muy difícil, no lo es: se lava el arroz y se echa con la sal y el aceite en la arrocera eléctrica. Se enciende ésta y a los veinte minutos el Korea's rice ya está listo para servir. Y respecto al puré de papa, Maritrini da una sugerencia muy práctica: "puedes comprar las papas más baratas que haya en la feria, pues de todas formas los comensales nunca las van a ver enteras, y así te ahorras algún dinero".

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