www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de agosto de 2003

 
  Parte 1/3
 
Miami despidió en grande a la Guarachera de Cuba
Miles de personas asisten a uno de los tributos más multitudinarios a un artista en la historia de los Estados Unidos.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami
 

Con el ánimo de quien asiste a un último concierto, miles de personas acudieron el sábado a despedirse de la Guarachera de Cuba, en uno de los tributos más multitudinarios que se hayan rendido a un artista en Estados Unidos.

Celia Cruz
Miami, Torre de la Libertad. Adiós a Celia.

Nunca un político, una religión o una ideología logró reunir a tanta gente en Miami, ni siquiera el papa Juan Pablo II, durante su visita en 1987. Cifras conservadoras de la policía apuntaban a una asistencia de 150.000 personas.

Celia Cruz falleció el miércoles a los 78 años en su casa de Fort Lee, Nueva Jersey. Un cáncer cerebral puso fin a la vida de una mujer excepcional que logró todo, menos regresar a su tierra natal. La Reina de la Salsa quiso hacer su último viaje hasta el pedazo de la Isla que tenía más cerca, y donde era venerada.

Su cuerpo llegó el viernes  en la noche a Miami, y fue trasladado de inmediato a la Ermita de la Caridad del Cobre, donde se ofició un servicio religioso en honor a la artista que con su talento y simpatía esparció la música cubana por todo el mundo.

El féretro, cubierto por la bandera cubana, entró en el templo al compás del himno nacional de la Isla, y salió de este con La Guantanamera como música de fondo, mientras unas 300 personas que se encontraban en el lugar entonaban la melodía y le arrojaban flores.

Ese servicio religioso no había sido divulgado previamente, e hizo honor a la costumbre de la artista de visitar la Ermita cada vez que venía a Miami.

Desde la noche del viernes numerosas personas comenzaron a hacer fila para entrar en la mañana del sábado a la Torre de la Libertad, edificio emblemático del exilio cubano, y desfilar ante el féretro donde yacía Celia Cruz.

Fue un día de profunda tristeza, pero entre el público que desbordó el centro de Miami para su encuentro final con Celia reinaba también un espíritu de festividad.

En la fila, que se extendía hasta unas 12 cuadras del edificio y se agrandaba significativamente a la entrada, sobresalían banderas de Cuba y de casi todos los países latinoamericanos. El color negro apenas se notaba en la muchedumbre que acudió a despedir a una artista que no quería ser llorada a su muerte, sino recordada con alegría.

La gente coreaba el nombre de Celia, y algunos llegaron a improvisar décimas, cantar o bailar trozos de las canciones que ella echó a rodar por el mundo. Otros no podían ocultar su tristeza.

"Hace tres días que la lloro. La escucho desde que tengo 11 años y tengo 179 discos de ella", dijo llorando Odilia Vargas, una colombiana de 60 años.

A la entrada de la torre donde recibieron sus documentos miles de refugiados cubanos entre 1962 y 1974, se colocaron varias ofrendas florales, algunas con la bandera cubana, y otras donde se leía la palabra "Azúcar", grito musical conque se identificaba la carismática cantante. Una enorme bandera de la Isla colgaba del edificio.

El féretro estaba cubierto con la bandera cubana y rodeado de decenas de jarrones con flores. La artista yacía con un lujoso vestido color blanco, con una de sus exuberantes pelucas, rubia, adornada con sus joyas e incluso llevaba grandes pestañas postizas, como acostumbraba a presentarse en sus conciertos. Entre las manos entrecruzadas sostenía un rosario blanco.

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