www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de agosto de 2003

 
   
 
Celia en su cielo cubano
por JOSEFINA DE DIEGO, La Habana
 

Ya era una leyenda cuando se fue, hace más de cuarenta años. La primera vez que pude oír uno de sus discos fue a principios de los ochenta: unas amigas habían escondido un casete en una de sus maletas, sin nombre ni título (lo que, seguramente, lo hacía más sospechoso, si las hubieran registrado). Me fascinó su voz, que era como una campanada, limpia, potente, su gracia al cantar, su cubanía. A partir de ese momento se convirtió en una de mis cantantes preferidas y buscaba sus discos como una verdadera adicta.  Considero que, junto a Benny Moré, está Celia, "Guarachera Mayor", como lo fue él, grande entre las grandes cantantes cubanas de todos los tiempos y al lado de las mejores (y los mejores) cantantes del mundo.

Pero pronto supe que Celia no era una desconocida aquí, que generaciones y generaciones de cubanos en la Isla sabían sus canciones, bailaban con ella, conocían sus éxitos, la escuchaban y disfrutaban. Es como si nunca se hubiera ido, tan presente ha estado. El anuncio de su enfermedad se propagó como la pólvora y muchos le deseamos, en la intimidad de nuestras casas, una pronta recuperación. La noticia de su muerte ha entristecido al país de una punta a la otra, al menos en este pedacito de país que es La Habana. En Cuba se supo enseguida la triste nueva: hubo llamadas telefónicas desde remotísimos lugares del planeta, los que tienen acceso a canales extranjeros o a Internet le contaron a sus amigos lo que veían y leían. Toda la isla está al tanto de los homenajes póstumos que se le tributan; se sabe que hoy, ahora, la están velando en Miami, que está rodeada de miles de flores, que habrá una misa, que la enterrarán en New Jersey. "Es como si hubiera muerto una Reina", me comentó un amigo, "está en todos los noticiarios del mundo, en las primeras planas de los periódicos". Y pienso que, sin dudas, es una buena comparación, porque Celia reinó en su género con una majestad absoluta e incuestionable. Muchos nos quedamos con los deseos de verla actuar en un escenario, en vivo. Ya eso no podrá ser nunca, es una pena inmensa, y nos tendremos que consolar con sus grabaciones, vídeos y películas. Pero nos seguirá acompañando, con su alegría, su elegancia, su fina manera de cantar guarachas, sones, boleros, sin rozar jamás nada barato o fácil. Que no lo dude nadie: Celia está hoy con su pueblo —como lo ha estado y estará siempre—, en su cielo cubano, en su "cocodrilo verde", en su Isla que la ha extrañado, como ella a nosotros, tanto.

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