www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de agosto de 2003

 
  Parte 1/2
 
Daño de ciertos poetas
Ninguno de los miles de bardos que escribieron volúmenes de loas al comunismo estalinista publicó una sola palabra de arrepentimiento.
por ANTONIO SáNCHEZ GARCíA, Caracas
 

Leía recientemente un poema del argentino Juan Gelman, incluido en la antología de su obra publicada por Tierra Firme, la excelente colección de Fondo de Cultura Económica. Se llama Juguetes y cuenta en ese estilo —como desganado y distraído de todo poeta contemporáneo que se respete— la compra que le hace a su hijo de su tan ansiada escopeta: "no para matar bichos o pájaros o arruinar las paredes las plantitas/ o bajar la luna de sitio lunar/ no para esas pequeñas cosas molestas mi hijo quería la escopeta".

Mario Benedetti
Benedetti: 'Me parece que el problema (la represión y los fusilamientos) no es como para borrarse totalmente del apoyo a Cuba'.

Recordé esa hermosa canción del trovador cubano Silvio Rodríguez que narra las aventuras "de un ser de otro mundo, de un animal de galaxias", el mismo que descubre que las minas del Rey Salomón "se hallaban en el cielo y no en el África ardiente". Alguna vez supe, creo que por el mismo Silvio, que no se trataba de una dulce y tierna ensoñación poética: el ser de otro mundo que nació "en el sol de una noche el penúltimo mes" era el mismísimo Abel Santamaría, aquel joven revolucionario cubano que caería en las garras de los esbirros de Batista cuando el asalto al cuartel Moncada, y cuyos hermosos ojos le serían servidos en una bandeja a su hermana Haydeé, detenida en una celda contigua de la misma prisión y por la misma causa. Por ello, no tenía nada de extraño que al final de ese alucinante recorrido buscando agua potable por otros planetas —en paráfrasis de El Principito, con quien muchos de los fans del bardo suelen confundir al personaje retratado metafóricamente por el cantautor y diputado a la Asamblea Nacional— termine su periplo celestial "matando canallas con su cañón de futuro".

Era demasiado claro el fin perseguido por el hijo de un poeta. Al querer su inofensiva escopeta no deseaba otra cosa "sino causar graves desórdenes como espantar la muerte/ sino matar sombras matar/ a enemigos a cínicos amigos/ defender la justicia/ hacer la revolución". Es natural que en un poema llamado Juguetes, a la escopeta —para el prospecto a guerrillero— corresponda "una camita para mi hija/ donde acostará su muñeca cubriéndola con el trapo amarillo". "Y mi hija me tomó de la mano para mostrarme la muñeca/ que ella había abrigado en su cuna...". La perfecta pareja del futuro: una tierna madre y un revolucionario implacable.

Cosas de la poesía. Neruda, que además de poeta universal fue un riguroso militante del Partido Comunista chileno, parlamentario y precandidato presidencial en la misma contienda en la que ganara finalmente Salvador Allende, en 1970, llegó al final del camino y cantó las loas de ese personaje que llegaría a ser el modelo perfecto para redondear la andadura de nuestro niño revolucionario: "Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos/ de la crueldad, Mao Tse-Tung dirige/ tu poesía despedazada en el combate/ hacia nuestra victoria.../ Y más allá la tierra se agiganta, la tierra/ que visitó tu canto, y el acero/ que defendió tu patria están seguros,/ acrecentados sobre la firmeza/ de Stalin y sus hijos". Poco debe haberle importado que quien dirigiera la poesía hacia el triunfo, años después sometiera a las mismas torturas sufridas en Osuna por Miguel Hernández a todos aquellos poetas, novelistas, pintores e intelectuales que, siguiendo la enseñanza de Miguel, pusieran sus vidas al servicio de la lucha contra la opresión. Ni hablemos de Stalin y sus poetas encarcelados, a quien el bardo universal dedica loas que avergonzarían al espíritu más rastrero.

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