www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
Parte 2/4
 
Carta a Antonia la Milagrera de Los Cayos (II)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Quiero citar casi de memoria un artículo levemente científico, para entender la esencia de la misión que comenzó a desarrollar, enmogotada y húmeda, en aquellas planicies siberianas de Viñales. Dice: "Antaño, al asomar el vítreo, o si al concluir un 'Elliot' se colapsaba el globo: si la angular o las celdas etmoidales complicaban nuestra dacrio, era costumbre apelar a un santo para que nos 'echara una mano'. ¿Cómo no, si el gran Traugott Wilhelm Gustav Benedict, 50 años profesor en la universidad de Breslau, rezaba antes de cada operación? Con razón dice Links que más a menudo debiéramos acordarnos de que 'nuestras' curaciones lo son por la gracia del Señor".

Hasta aquí llegan mis neuronas, y espero que usted haya entendido lo mismo que yo, es decir, nada. O casi nada, que no es lo mismo, pero es igual. Salvando lo de pelar a los santos —cosa muy humana, muy barbera y hasta muy divina, según el peinado que les hagan; puede que sea un asco, pero si te lo hacen bien, la gente suele decir más tarde que el pelado te ha quedado "divino"—, o lo de rezar antes de hacer algo, encomendándonos a alguien superior.

Eso tiene una ventaja muy grande: si el resultado es una mierda, ya tenemos culpable a mano. De la otra parte del texto, qué decirle. Yo lo leí por vez primera bajo mis intensivos tratamientos de Bocoy, por un problemita ahí de las arterias, precisamente de irrigación, y entonces no lo comprendí. El Bocoy dificulta un poco los idiomas, incluso el castellano. Años más tarde he vuelto a esas palabras y le confieso que tampoco entendí un tasajo. Discierno —de la manera coloquial "pues, lo que te estaba discierno…"— con clarividencia de abstemio cruz que no era el Bocoy.

Pero volvamos a los santos antes de que suba el agua. A continuación le enumero una breve lista de orishas cristianos, con sus respectivos patronatos medicinales; un santoral muy útil al dorso y al revorso:

- ¿Problemas de cataratas? Invocar a San Siforiano (No se ocupa de las del Niágara ni las de Iguazú. Sospecho que tampoco atiende el salto del Hanabanilla).

- ¿Neuralgias? Llame a San Medardo, rápido como un dardo.

- Bizcos y miopes, favor dirigirse a San Jerónimo. Puerta 3. Le pone los focos epónimos.

- Impotentes, puerta seis, con el doctor San Renato, que le sana el aparato.

- ¿Capados? San Aquileo, que es más rápido que un… que el viento.

- Si tiene buenos orzuelos, San Urbano es muy humano y no le manda espejuelos.

Creo le era imprescindible conocer, para el trabajo que desplegaría a partir de ese descubrimiento insólito y solita —me refiero a comprobar que echarle agua fría a un enfermo casi terminal de ómnibus le quita la fiebre aunque le deje retorcido de por vida—, y qué digo imprescindible, casi diría que importante, que es como decir que le aportaría mucho, ese reparto ministerial, esa división departamental que tienen los santos para cada dolencia, trauma, complejo, incluso profesiones, que son otras maneras de los complejos.

Así le informo que, en caso de que al marido le peguen los tarros —que en lenguaje científico se dice "hacerlo cornudo", "arañarle la chapa", "adornarle el cráneo", "tocarlo o santocarlo con limón" o "cometer desliz extra-matrimonial"— debe implorar a San Gandulfo, pero guardando el orden, con mucha paciencia, que hay muchos en esta vida.

El patrón de los policías es San Severo, así, sin más explicaciones —rezagos del Bocoy—. Si tu mujer pelea mucho, ahí está San Acario para atender el casito; y si realmente te la tiene pelada, hecha tiras, jirones, en carne viva, nadie mejor que San Mederico para que estudie tu expediente. A las rameras —que son una especie de prostitutas un poco despistadas, de las que se van por las ramas o se posan en el primer tronquito— las protege Santa María Magdalena, pero, como tiene un trabajo tremendo, le tiran su cabo bobo las buenazas de Santa Afra y Santa Licia, la que analicia muy bien sus servicios esenciales.

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